Realmente, la mayor peculiaridad nos la encontramos con nuestro principal activo, que no es otro que un producto perecedero, que hoy vale “x” y mañana puede no valer nada. El responsable financiero muchas veces se encuentra con las manos atadas en relación a una financiación ajena, los activos fijos no son nuestros, hablamos de concesiones y la financiación se ve condicionada muchas veces.
Para garantizar la calidad del producto, el proveedor, agricultores en algunos casos, exige unos plazos de pago, teniendo que pagar incluso por adelantado en determinadas campañas.
Por otro lado, y en nuestro caso, hablando de empresas familiares, hemos de recordar que el patrimonio familiar está muy comprometido con la marcha de la empresa, punto a tener muy en cuenta.
En primer lugar, creo que la incorporación de las nuevas generaciones se ha de tratar con sumo cuidado. La dedicación que requiere este tipo de empresas es muy alta, se ha de conocer la empresa desde cualquier ángulo, desde la administración, pasando por los recursos humanos, el marketing y como no, la gestión financiera de la misma.
Saber inculcar el espíritu y razón de ser de la empresa a las nuevas generaciones es vital, y para ello se han de desarrollar determinadas herramientas de control que garanticen el éxito y continuidad de la misma.
No creo que se pueda generalizar de forma tan tajante. Lo que es cierto es que quizá en una empresa familiar el día a día no esté tan condicionado por los números. Es decir, las grandes empresas se mueven por y para garantizar unos números a nivel de rentabilidad y productividad, pero en la empresa familiar la cuenta de resultados quizá no afecte tanto a corto plazo.
El resultado económico no es lo primordial, siempre que la empresa vaya bien y asegure cierto crecimiento, por supuesto, pero no se toman decisiones drásticas por la no consecución de determinados objetivos cuantitativos, siendo más flexibles que en otro tipo de empresas.
Ni bueno ni malo. Desde mi punto de vista, la empresa familiar, si la tratamos como pyme en este caso, recibe el mismo tratamiento que el 89% de las empresas del entramado empresarial de este país, y si lo comparamos con la gran empresa sale perdiendo, claro.
No creo que desde un punto de vista pragmático el tratamiento fiscal le suponga un problema clave a la empresa familiar. Si creo que deberían existir más subvenciones, exenciones y ayudas públicas que en el caso de la gran empresa existen y en la PYME casi nunca. Por otro lado, creo que sí se podría motivar el desarrollo de este tipo de empresas a nivel tributario, ya que creo que son empresas que se mueven por una serie de criterios que favorecen la economía de un país.
La fundó mi abuelo, Andrés Suárez Mouzo, él muy joven con 15 años vino a Madrid desde Galicia, motivado por la necesidad de buscarse un sustento económico, y comenzó siendo mozo de almacén. Era una persona muy activa y espabilada, así que rápidamente se dio cuenta que haciendose con una credencial de mayorista podría prosperar y conseguir su objetivo de hacerse empresario.
Luego el negocio fue pasando de padres a hijos, hasta llegar a día de hoy. El éxito ha sido saber gestionar las relaciones familiares, siempre con un trato cordial, separando lo profesional de lo personal.
El no saber hacer esta diferenciación ,puede llevar a muchos proyectos familiares al fracaso.
Lo más importante, desde mi punto de vista, es conocer bien a la familia, que serán tus compañeros de viaje en el proyecto. Antes de pensar en la empresa hay que conocerse bien, sólo así se podrá crecer.
Todos tenemos nuestras particularidades, bondades, defectos, etc. Hay que saber aceptar a cada uno como es, sabiendo cuál es el rol asignado de cada persona, y siendo muy conscientes de la dedicación que conlleva la gestión de este tipo de empresas.
Por otro lado, que duda cabe, hay que saber protocolizar la empresa desde el primer momento, desde un punto de vista jurídico y económico, dejando constancia por escrito y ejecutando las condiciones pactadas en todo momento.
Personalmente creo que es mejor montar un proyecto empresarial con alguien de la familia que con alguien de fuera, siempre y cuando se tengan las cosas claras, se compartan objetivos y se esté dispuesto a dedicar gran parte del tiempo al negocio.