Estados Unidos trata conservar el poder unipolar que alcanzó con el colapso de la Unión Soviética y no está dispuesto a ceder ese poder ante China y Rusia. Uno de los desaciertos de la política exterior de las administraciones de Barack Obama y de Joe Biden han sido las sanciones contra Rusia, dichas sanciones han fortalecido la alianza del eje Moscú-Pekín y de paso le han permitido sumar a otros países que tienen relevancias económicas y geopolíticas en Asia como India, Irán, Arabia Saudita, Turquía y Pakistán.
Estados Unidos en su lucha por el predominio mundial tiene abierta varias guerras. Por un lado, una guerra contra Rusia por el control y el dominio de los combustibles fósiles: petróleo y gas. Del otro otra una guerra contra China por el dominio de las reservas de litio, mineral clave para la transición energética y producción de energías limpias. Un tercer frente de guerra con China por la superioridad en la industria de los microchips y la inteligencia artificial.
La guerra del litio contra China empezó en la administración de Donald Trump, cuando declaro una emergencia nacional para desarrollar una política estratégica de control de las reservas de litios en el mundo y, así, buscar enfrentar los avances chinos en la industria mencionada.
La orden de Trump fue que se debía desarrollar una política más audaz, porque los avances de China en la industria y el control del litio eran una amenaza para la seguridad, la industria y los intereses estratégicos de Estados Unidos.
Las preocupaciones del Gobierno de Trump, eran obvias, debido a que China tiene los adelantos más importantes en la industria del litio en el mundo, el mineral más estratégico para el desarrollo de la industria de vehículos eléctricos y para el desarrollo de energías limpias.
El litio es un mineral estrategico e indispensable para las fabricaciones de carros eléctricos, baterías para cámaras termográficas, telefonías móviles y unidades de almacenamientos de energía eólica y solar. Por eso es un mineral clave y preponderante para el paso de los combustibles fósiles a las energías limpias.
La industria del litio en Estados Unidos esta rezagada y en China muy avanzada, los chinos controlan y refinan el 60% de la producción mundial de litio, los mercados de carros eléctricos en el mundo y dominan los mercados de las baterías eléctricas entre el 80% y el 90% de la capacidad global. Seis de los 10 mayores productores de batería para vehículos eléctricos tienen sede en China.
En América Latina los chinos controlan el mercado de litio en el triángulo del oro blanco que conforman Bolivia (30%), Chile (21%) y Argentina (17%) de las reservas globales con tres compañías de alcance global: Ganfeng Lithium, Tianqi Lithium y Zijin Mining. En un informe del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) de Washington, se dice que Estados Unidos no está preparado para satisfacer la demanda de la industria del litio en los próximos años y China puede en el conflicto usar su posición dominante para dirigir la transición mundial a energía limpia.
En criterio de la investigadora mexicana, Beatriz Olivera, “si los procesos para extraer litio siguen siendo contaminantes y las empresas mineras violan los derechos de las comunidades no habrá ningún progreso, será un maquillaje de lo que se llama energías limpias”. Conclusión: más allá de la importancia que tienen la transición energética y las energías limpias detrás de ellas se esconden las mismas modalidades de dominación mundial de las potencias.