Casi suceda lo que suceda, en los pequeños números que arrojen las urnas y en los equilibrios o desequilibrios de poder en ciertas Comunidades Autónomas que parecen en disputa, dos hechos irrefutables nos sitúan hoy ante ese 'turning point'. Uno, más ponderable en términos puramente electoralistas, es la vuelta a la hegemonía del Partido Popular, acompañado ya de manera estratégica por una derecha más descarada y menos acomplejada, totalmente consolidada, como la de Vox. El otro hecho es de más hondo calado y asoma con esperanzadora fuerza: es el lanzamiento, a la cuneta y sin contemplaciones, de comunistas advenedizos, de totalitarios sin formación, de aficionados de quinta regional a los que no se les conocía oficio y que, fundamentalmente bajo el parapeto de Podemos, han esquilmado a los españoles mientras se lucraban y exhibían su incompetencia (y la que les queda hasta el mes de diciembre con la llegada de las generales).
En pocas horas veremos qué región cae del lado rozo o del azul, dónde hay vuelco o dónde se mantiene el poder tal cual hoy lo conocemos. Pero dificilísimo será que no veamos a un presidente del gobierno preparándose no para asumir el mandato de España al frente de la Unión Europea sino para hacer las maletas y buscar un buen puesto allende nuestras fronteras, desde el que escapar de la quema a la que le sometería, en el término del año, Feijóo.
En este 'turning point' hay mucho más sobre el tapete que una mera alternancia partidista que clausure los desmanes, el sectarismo, los desatinos y la ruina que deberíamos empezar a dejar atrás. Está en liza el desafío, de mucho más calado, del desmontaje del adefesio de Estado y la lesiva arquitectura normativa que en todos los planos de la administración han legado los ineptos cargos públicos amontonados en la extrema izquierda más antidemocrática que hemos conocido en democracia.
¿Será el PP consciente de los deberes que, con carácter inmediato e indiscutible, se le van a encargar? Y lo más importante: ¿estará preparado y a la altura?