El experimento y el monstruo se abre camino, con sus primeros movimientos indisimulados y desgarbados, pero indetenibles, para arrollar cuanto se le ponga por delante en una nueva legislatura: incluso, naturalmente, si las leyes y la Constitución son el obstáculo.
Víctor Frankenstein comprendió en un momento el horror que había irresponsablemente creado, llegó a rechazar con espanto el resultado de sus pruebas, hasta huyó de su laboratorio. Sánchez no. El presidente se abraza a su engendro, sin sentimiento alguno de culpa; al contrario, fuerte de ánimo, sin remordimientos, sin desfallecer ni dudar sobre la miserable existencia de la criatura que se empeña en volver a concebir.
Pensamos durante demasiado tiempo, con cierto halo de ingenuidad, que sería difícil que Sánchez empeorase la pésima obra de Zapatero. Lo ha conseguido. Es indiscutible. Y, lo peor, teniendo aquel de mentor y maestro a éste, en unas horas críticas para España en las que tanto nos jugamos… y tanto parece que, salvo carambola o milagro, vamos a perder.