No hemos llegado definitivamente, porque los daños y perjuicios son incesantes y van crescendo, pero los destrozos a los que estamos llegando (todavía quedan semanas de buen tiempo) son exactamente los previsibles y calculables, dada la inexistencia de una estrategia de protección de fronteras y la aparente comodidad del gobierno de España con lo que ya en modo alguno puede calificarse de ‘inmigración de víctimas desesperadas’ que huyen de sus países (el hambre o la guerra) sino que ha de calificarse como ‘invasión’. Hay unos promotores, con un plan, perfectamente organizados, con un sistema para operar (rotundamente mafioso), y estos grupos criminales asentados en el continente africano, hoy por hoy, llevan la batuta y marcan el guión de esta tragedia ante la que la vieja, ciega, cobarde y decadente Europa sestea.
Se sabe perfectamente a qué juegan socialistas y comunistas. Se sabe a ciencia cierta cuáles son los réditos electorales que obtienen de la nacionalización y normalización entre nosotros de la situación de estos ‘menas’ y ‘no menas’. Se sabe, de manera indisimulada, la escasa o nula incomodidad de la izquierda y la extrema izquierda con los terribles problemas económicos, de falta de libertad y de inseguridad que están ocasionando estos colectivos (ya decenas de miles) a los ‘españoles de infantería’, a la ‘gente normal’. Pero, ¿hay una oposición capaz de reaccionar y contrarrestar esta dramática deriva y tremendamente lesiva para quienes sólo aspiran -nada más y nada menos- que a la paz y la tranquilidad?
Mal no, muy mal hace el Partido Popular alineándose con la política izquierdista y globalista de traslados y alojamientos ‘premium’, de reemplazo de la población, mientras millones de familias honradas y trabajadoras se las ven y se las desean para llegar a final de mes, se encuentran abrasadas y ahogadas por el crédito y apenas podrán levantar cabeza los próximos días cuando llegue la cuesta de septiembre.
No. No es una cuestión de radicalidad o de moderación. Es una cuestión de defender la ley y el Estado de Derecho o de ser cómplice de la vulneración impasible de la primera y la aniquilación, por la vía de los hechos consumados, del segundo. La oposición, en bloque (compacta y sin fisuras), está tardando en conformar un frente eficaz (de principios, de valores y de ideas) que revierta por completo el disparate que injustamente estamos sufriendo. Por poco más que se demore la articulación de esa solución, la factura que la sociedad y las familias españolas en particular ya están pagando (en términos de algo tan básico como su propio bienestar) será, literalmente, imposible de devolver.