Lo significativo del caso del uno y del otro es que, ‘brillando’ al nivel que lo hacen, todavía hay quienes piensan, al otro lado del socialismo, que el sanchismo llegaría a su final si sujetos como Page y Lambán dieran un paso más allá del que significa elevar la voz: para decir un día que para nada comparten la amnistía, para reafirmarse al siguiente en que el PSOE tiene que ir por otro camino… y para, al tercero, y para siempre, llegar a la conclusión de que ellos no van a hacer ‘ná de ná’. Porque esa es la realidad y lo demás son ensoñaciones.
No van a cambiar porque viven de eso: del fingimiento y la cobardía. Y ésa es la razón por la que son igual de útiles como bayetas a Sánchez y a su tropa de aliados separatistas y golpistas. En realidad, tipos como Page y Lambán son el auténtico aval para quienes conculcan la ley y consagran, como auténticos bastardos de partido, la desigualdad entre los españoles. ¿Por qué? Muy simple. Si es seguro que el uno y el otro (esta dupla de falsos ‘críticos’) no van a emprender nunca nada por salvaguardar los valores de la Constitución y romper el gobierno Frankenstein que sigue arrastrando España, ¿qué se va a poder esperar del resto de lacayos del PSOE que viven del sanchismo y de lo que éste parasita a los españoles?
No sería útil (sólo añadiría frustración sobre la frustración) que la derecha, tantas veces ingenua y además, demasiadas, tan papanata, siga sembrando la mentirosa idea y el pronóstico inmotivado y unilateral de que el autócrata de La Moncloa tiene los días contados y ha entrado en una fase, en las últimas horas, de ‘fin de ciclo’. Esa derecha ingenua y papanata lleva más de 6 años con la misma cantinela (¡más de 2.000 días!).
Y no. Ni golpistas y separatistas van a abandonar al autócrata, porque nadie como él roba tanto a los ciudadanos para entregárselo a la escoria de aliados de la que se rodea; y porque, por supuesto, nunca, nunca, nunca, individuos como Page o Lambán van a ordenar o sugerir a sus diputados castellanomanchegos y aragoneses que dejen tirado al autócrata. También ellos, como en términos generales la casta política parasitaria que se mantiene y se alimenta de lo que se cuece -y apesta- en La Moncloa, viven lisa y llanamente del cuento... y de las cuentas de los chamuscados españoles de infantería.