Zafarrancho es el conjunto de actividades con que se dispone una embarcación para una actividad determinada. Zafarrancho de limpieza es la limpieza general de un cuartel o la limpieza organizada de un lugar. Y zafarrancho de limpieza en el PP puede ser, si lo es, el conjunto de actividades con que se dispone la nave popular para una actividad en la que conviene la limpieza organizada del lugar en el que se ejerce la acción política. Tras el esfuerzo de Fraga por democratizar la derecha política en Alianza Popular, en paralelo a la UCD de Suárez, se produjo la desintegración de UCD. Con esa desintegración, tras un periodo en el que parte de los residuos tuvieron acomodo en el CDS, se produjo la separación de los centristas con unos restos que fueron al PSOE y otros al PP, los bloques en los que se asentó el bipartidismo que ha logrado la estabilidad política reciente.
El PSOE existía de antiguo y dispuso de una generación joven que sólo tuvo que modernizar las creencias y estructuras del marxismo para llegar a una socialdemocracia operativa y útil. En Alianza Popular no pasó lo mismo. Hecha en torno a Fraga, tuvo que crear una nueva formación, que llamó Partido Popular, en la que, además de sus efectivos, hubo de dar entrada a Liberales, Conservadores y Cristiano-demócratas, distintos ideológicamente entre ellos, a la greña en los estertores de UCD y sin otra cohesión que el egoísmo.
Poco a poco, mientras las estructuras del Estado eran mantenidas por el rejuvenecido PSOE, en el PP se fue formando un conglomerado, sin hábitos demócratas, donde la acción se subordinaba al medro personal y a la integración en los grupos antiguos y clanes que se fueron formando en torno a las figuras que había. Con ello, la acción política produjo lo que se ha definido como clientelismo de doble cauce. En él, la actividad de los miembros (afiliados) se dedicaba a procurar los intereses del grupo, o clan, que repartía beneficios siguiendo las pautas que marcaban sus directores-cabecillas. Mientras tanto, como entidad superior, aglutinante de grupos o clanes, el PP ha debido: Primero, establecerse en la oposición mientras gobernaba el PSOE de Felipe González. Después asentarse en un Gobierno que llegó al poder por la corrupción del PSOE de González (primera legislatura Aznar). Mas tarde, afianzarse con mayoría absoluta (segunda legislatura Aznar), antes de perder el Gobierno, en puertas de unas Elecciones Generales, por unos atentados que no fueron fueron previstos ni explicados, que produjeron dos centenares de muertos y miles de heridos, y que fueron aprovechados por el PSOE de Rodríguez Zapatero.
Perdido el Gobierno y autoexcluido Aznar, el PP debió seguir de la mano del designado por Aznar, Mariano Rajoy. Rajoy llegó a la presidencia del PP muy débil y debió fortalecerse con las dos artimañas conocidas: Apoyo-Pacto con figuras territoriales y locales del momento. Y Reparto de poder entre bicefalias buscadas y enfrentadas. De esa forma mantuvo al partido, fortaleció la presidencia, y logró que se le confiara el Gobierno Nacional con mayoría absoluta tras el desastre de los gobiernos de Rodríguez Zapatero. Pero, con las estructuras copadas por un clientelismo que siguió a lo suyo, afloró un estado de cosas indeseable y el tufo de corrupción que ha ido emponzoñando la realidad de los populares con los casos y procesos judiciales conocidos.
Ante esa situación, con el partido mantenido en los equilibrios de bicefalias establecidas, socavada la organización por el antiguo clientelismo (no siempre corrupto), y con el conocimiento que el CNI proporciona al Presidente del Gobierno sobre temas múltiples (entre ellos la eventualidad de una Moción de Censura, sus consecuencias y previsiones de futuro), Rajoy decidió lo que a su juicio (acaso algún día tomado con benevolencia por la historia) y según su confesión era lo más conveniente “para España, el PP y él mismo”: Convocar un Congreso Nacional. Ceder el mando sin condicionar nada. Abrir el partido en canal para deshacer tramas y clientelas. Y propiciar un futuro, nacional y del partido, en el que puedan enmendarse las taras que, aunque lo intentó, no pudo o supo corregir desde la presidencia del Gobierno.
Convocado Congreso Nacional, en esas está el PP. Es el momento de que siga sin tutelas ni clientelas, de que, diseccionado por la mitad y con las vergüenzas al aire, se disponga para afianzarse como la fuerza política que se necesita y debe ser. Si se aprovecha la ocasión, los beneficios son enormes.
A partir de este Congreso: La democracia interna, que piden algunos y de la que adolecen muchos, en el PP será incuestionable. La acción frente a la corrupción y la colaboración con la justicia, iniciadas por Rajoy en sus años de gobierno y robustecidas por el Congreso, serán emblemas para exhibir en el futuro. La participación de la militancia popular, libre de dictados, va a cambiar, en beneficio del PP y para provecho de todos, si los populares son capaces de convertir su modo de hacer en modelo para los que, en sus filas o en otras, decidan participar en la acción política.
Pero eso convendrá comprobarlo más adelante. De momento, vale más estar atentos para ver si se evita el maquillaje y en el Congreso del PP hay un zafarrancho de limpieza.