Cierto es que las cosas trascendentales para el porvenir de los españoles están sucediendo en la UE, en Europa, y en la guerra ruso-ucraniana y su gran entorno geoestratégico, pero poco nuevo ha sucedido en esta semana terminada y no podemos hacer mucho más que contener el aliento. Por eso nos vamos a fijar en el problema cañí, hispano-español, que nos ha llevado a la deconstrucción como colectivo de ciudadanos libres, iguales y solidarios. Es decir, ha torpeado nuestra democracia, y estamos en el naufragio.
Hemos leído esta semana una frase de doña Elvira Roca Barea, eximia historiadora en plena y constante lucha por hacer prevalecer la verdad en la historia de nuestra incorporación de todo un continente a la civilización y a la historia de la humanidad y por desmontar esa estupidez intelectual pero potente arma política que es la leyenda negra española. Nadie puede dudar de la gran aportación intelectual y militante de Doña Elvira, ni tampoco, a nuestro juicio, de su patriotismo. Por eso es aún más importante que sea ella quién haya dicho que de haber un referéndum nacional (no puede ser de otra manera en España por puro fundamento democrático) sobre la secesión de la Cataluña hispana, ella votaría porque la región se separara, ya que su permanencia como parte integrante de España le parece muy perjudicial para el resto de los españoles. Pretendemos exponer algunas claves de esta visión que, a nuestro juicio, explican en parte la debacle que estamos sufriendo como nación antigua.
En primer lugar si se admite que la separación de un territorio integrante de nuestra nación (y sus habitantes) puede darse, y la nación existiendo, es que no compartimos en el concepto de España. Pensamos sin embargo que Cataluña es parte de un reino fundacional de la nación España (el reino de Aragón), como Francia se constituye alrededor de Borgoña, por ejemplo, o Alemania alrededor de Prusia y Baviera. Si la Cataluña Hispana “se fuera”, ya no existiría España, la España histórica decimos, sería otra cosa, se llamara como se llamara. En principio nuestra Constitución debería dejar meridianamente claro lo que es España. Pero parece que no. Un segundo concepto peligroso consiste en asumir, tal vez sin darse cuenta, las tesis secesionistas de que la región catalana es un ente aparte secesionable. En una democracia de ciudadanos unidos libres iguales y solidarios nada puede justificar eso. ¿Por qué no se separa la provincia de Gerona sola, o el Valle de Arán, o Patones, o la Maragatería? ¿Por qué unos ciudadanos, en nuestra democracia, y a la vista de nuestra Historia, van a tener unos derechos que otros no tienen? Hispano Cataluña no es Escocia dentro de su Confederación (Union Act), ni el cantón de Ginebra, ni Groenlandia, ni… porque España es una democracia integral e integrada por ciudadanos, se distribuyan en las demarcaciones administrativas (cambiantes) que se quiera, llámense regiones, provincias o autonomías.
El aceptar que la Cataluña Ibérica es un territorio separable es letalmente desigualitario y profundamente anti constitucional y anti demócrata. Pero lo más triste y contrario a la mínima solidaridad que exige una democracia de ciudadanos libres e iguales es abandonar totalmente a nuestros hermanos, a nuestros compatriotas que padecen el totalitarismo de raíces xenófobas desde lustros, creyendo que vivían en una zona de su Nación donde el Gobierno les protegería. ¿Qué se vayan? ¿Quiénes? ¿Los que tuvieron que exiliarse de la opresión secesionista, como una decena de miles de enseñantes? ¿Los que no pueden educar a sus hijos en la lengua común de su patria democrática? ¿Los que se ven multados por rotular en Español? ¿Las víctimas de escraches y acoso, niños, por pedir un mínimo de español en clase, o poder hablarlo en el patio? ¿Los que quieren ser atendidos por médico, o policía o funcionario que hable en español sin lograrlo? Los admiradores de Boadella o Eugenio D’Ors? ¿O incluso las decenas de miles de víctimas intoxicadas y desnortadas por un sistema educativo y mediático orwellianos e intimidatorios en una región sin Ley? Nuestra obligación, por decencia, pero también por democracia, es proteger a nuestros compatriotas, nunca abandonarlos. Caiga sobre mí la vergüenza.