Análisis y Opinión

Despedida

· Por Julio Bonmatí, Observador de masas

Julio Bonmati | Domingo 31 de diciembre de 2023
Y de repente nos toca lo que nos toca, nos cae encima la que nos cae sin posibilidad alguna de esquivar lo que se conoce como la buena suerte, la suerte dudosa o la maldita suerte, según cada cual. Y antes de escuchar un jaque mate o ver en alto la tarjeta roja, de ayer para hoy un tanto despistados y desubicados, nos vemos expulsados para siempre y por siempre de la partida, cuando paradójicamente en ese momento por un lado por nuestra parte al juego incluida la oca –la del tiro porque me toca- ya que le den; y contrariamente por otro lado y a mayores seríamos capaces de aguantar en la casilla del pozo tantas tiradas más como haga falta para poder volver a jugar, aunque sólo sea por una última vez, la ciertamente y de verdad última.

Y sin darnos cuenta ahí estamos, sin culpa pero por haberlo ya comido y bebido todo en esta fiesta, reclamando un juego con reglas lógicas sólo para nosotros a modo de último recurso al que acudir para convertir en penúltimo al puñetero instante que se va, ¡Y vamos qué si se va! Y otra vez nos quedamos igual de pasmados que estuvimos en el punto de origen, al modo que lo haría una ficha de dominó puesta sobre un tablero de ajedrez con todos los escaques negros libres acompañada de un dado con la seis caras en blanco, de la que se espera un gambito a la dama.

Y ahí estamos, en cierto modo, un tanto muertos de preocupación por dejar de tener ocupación, pero en cualquier caso por intervención de un favorable azar todavía no muertos, al menos del todo.

Toca levar anclas, soltar amarras y salir a enfrentar un nuevo mar que imaginamos a veces muy calmo y al que suponemos que el paso del tiempo muchas otras lo tornará embravecido y poco apetecible. En nuestra agenda de productividad no habrá marcadas futuras horas benditas ni tampoco las habrá ya malditas; porque todos los días se vuelven inhábiles.

Es el momento de la despedida, de tras el pasar de los años dejar atrás por gastado el puesto seguro; de ser consciente de que lo conocido se acaba y empieza como en todo nuevo comienzo algo desconocido.

Y para la estrenada situación compones tu particular sonata de otoño que al final no vale ni como himno de corneta para desfile de tristes humanos echados a la cuneta; y venganza aparte, para aprovechar el pentagrama la conviertes en patética canción gamberra con estribillo subido de tono que solo suena bien, según todos los otros, en tu económicamente amortizada cabeza.

Y claro, ahora sólo queda pensar un “si así lo quieres, que así sea”, decir un digno adiós sin estridencias, dedicar un último vistazo a tus compañeras la silla y la mesa, por último antes de guardarlo a solas ahora a deshora y obligado por ti haces sonar por última vez el insufrible despertador, lúcido impides el paso al salado velo de los ojos, y sonriente con la cabeza alta sales al mundo levantando los pies para aún pisar fuerte; y así es cómo empiezas a disfrutar, tengas derecho al rescate de un puntual abonado plan bancario o no, del acaecido por edad a la par que muy merecido vitalicio descanso, esa a la que se conoce en el mundo moderno sencillamente como la etapa de la jubilación.