Análisis y Opinión

Intención

· En tanto que su existencia implica la determinación de la voluntad en orden a la consecución de un fin, es por ello por lo que seguramente en la inmensa mayoría de los casos se precisa que esta [la intención], si es meditada mejor, se anteponga a la acción

Julio Bonmati | Domingo 02 de marzo de 2025
Y cuando se prescinde de ella estamos ante el descontrolado impulso que en la mayoría de las ocasiones por obligación conlleva, para salvar el mal momento, a la manifestación compungida de la ridícula excusa y a la disculpa. Nunca he tenido claro cuando la intención es buena, es decir es buena simplemente cuando está alineada con la acción y esta alcanza el resultado perseguido, tenga este las consecuencias beneficiosas o perjudiciales que tenga, o solamente lo es cuando tanto de la previa intención como de la ejecución de la acción posterior se derivan exclusivas buenas consecuencias para propios y extraños.

Imaginen la siguiente situación, en la misma mesa redonda televisada dos escritores que presentan nuevo libro y a los que simultáneamente les preguntan ¿Cuál es su intención al publicar? Y obsérvese que no he dicho al escribir. Esta última acción se precisa para la primera, pero no a la inversa.

El primero responde, muy fácil que me lean muchas personas, cuantas más mejor y ojalá que queden todas ellas muy satisfechas con mis, al creerlas útiles, aportaciones.

Y a continuación el segundo dice, mi intención es mucho más simple todavía, que compren mis libros muchísimas personas también cuantas más mucho mejor, que los coloquen en un lugar visible en su biblioteca, que no los presten, si quieren mentir e ir contando por ahí que me han leído no me incomoda, es más me trae al pairo, pero por encima de todo lo que si pido encarecidamente es que no me lean ni por casualidad. La cerveza sabe mejor sola que acompañada de un mal libro.

Si al primero lo leen cuatro despistados aparte del gato y a tres de ellos los decepciona, al margen de su acción que tampoco lo fue, su intención buena lo que se dice buena en tanto que acertada desde luego no ha sido dado que no se cumplió su deseo, pero al fin y al cabo solo se perjudicó él por su ingenuidad.

Y en cambio si el segundo consigue que su libro se encuentre entre los diez más vendidos del año, sin que nadie haya leído una línea suya, desde el punto de vista del acierto no pudo ser mejor su intención, al cumplirse plenamente su anhelo, y tampoco engañó a nadie. En ambos casos al no haber ocultación hubo buena intención, pero solo en el segundo hubo en términos mercantiles un buen resultado y por ello para la editorial es el único que se ha ganado el derecho a seguir publicando.

Lo peor para mi es sin duda ninguna una buena intención con nefastas consecuencias tras la ejecución de la acción con origen en aquella.

Por eso siempre me ha enervado por dentro la gente, cuyo acervo personal está lleno solo de buenas intenciones, pero no da ni una. Y ya para qué contar como me pongo por dentro, en estos casos siempre por dentro, con los justicieros sociales de pacotilla del “no seas muy duro con él, que no tenía malas intenciones” ¡Pues menos mal!

A efectos de si al margen del resultado por si sola es bastante la intención, recuerdo una dama de alta cuna que para matar el tedio propio de las de su ilustre clase, adelantando un año su desmesurada tarifa, alquiló un prometedor gigoló; y en el tálamo cada vez que tras convertirse en costumbre un soberbio gatillazo se repetía, la defraudada e insatisfecha señora una vez más oía la maldita letanía “lo que cuenta es la intención”.

En estos casos como medida para que comprenda el desajustado, al que le chirrían las bujías y está necesitado de una buena puesta a punto, que una buena intención seguida de una acción con resultados indeseados es mucho peor que una mala intención que consigue exactamente el daño que busca, propongo que se le someta a la siguiente prueba, conocida como la competición de pegar más flojito.

Y así, se le explica con voz tranquila y mucho cariño, que en este juego gana quien pegue en la mejilla del otro la bofetada más flojita; y se le conmina con un por favor empieza tú. Y cuando el bien intencionado con el fin de ganar ha terminado de acariciarte suavemente con todo el mimo del mundo tu mejilla, alineando en esta ocasión por vez primera su intención y su acción; le dices ahora me toca a mí, y ayudado por un giro de tu cadera poniendo todo el peso de tu cuerpo en la planta del pie contrario que queda estático, en su descubierta y vulnerable cara le arreas un bofetón con toda tu alma que lo desplaza medio metro, para a continuación decirle ¡Sin duda, esta prueba la has ganado tú! ¡Qué lástima que esta vez no haya más premio que el orgullo y la satisfacción que siente el tonto triunfador cuando todo se queda en la buena intención!