Análisis y Opinión

Si

· He aquí mi torpe remedo de burda y deforme oda a la que considero la más humana y bella, por favorecer la unión y la generosidad entre los semejantes, entre las características donadas a los hombres por los antropomorfos dioses del monte Olimpo cuando estos descubrieron que a ellos les deslucía su divina autoridad, la vulnerabilidad, entendida como la ausencia de toda posibilidad de intervención

Julio Bonmati | Domingo 08 de junio de 2025

En este actual mundo moderno dirigido estúpidamente por inútiles burócratas con vacuos conocimientos sobre la probabilidad y la certeza, han querido hacernos creer que bajo su [ineficiente e innecesaria] tutela estamos suficientemente seguros por haber establecido métodos de control sobre su cumplimiento, en todos los complejos procesos que estos interesados se han creado para el amañado sostenimiento en su privilegiada sinecura y que sin contar con nuestra aquiescencia regulan [a veces solo para mal] nuestra vida.

Y lo peor de todo es que no dejan de ejercer la más torticera manipulación para que en nuestro reducido particular campo de acción de manera grosera no nos privemos de imitarlos constantemente firmando, llenos de letra pequeña, tramposos contratos de adhesión.

Y no tomamos plena conciencia de todo ello ni siquiera por ejemplo al materializarse un día cualquiera sorprendentemente un supuesto imposible corte de energía generalizado al que paradójicamente denominamos “apagón”; y para mayor abundamiento a los satisfechos espabilados sometidos gustosamente a esa infame regulación que nos limita y controla, sacando pecho, se les oye con voz profunda decir en pleno mediodía, cuando el sol está en su punto más alto sobre el horizonte y todo se ve con una gran claridad, se ha ido la luz.

Culpando, como excusa no pedida, a una inocente bombilla fundida de su falta de visión. Vistos todos juntos, los ufanos dominantes y los sumisos dominados, formados y listos para pasar revista en el patio del cuartel es imposible no llegar a la conclusión ¡Valiente tropa de iluminados!

Y a todos, sin excepción, estos adalides de una prometida [falsaria] seguridad sin parangón, de tener la ocasión, yo les preguntaría:

Si a este mundo no decides el momento de venir y tampoco la ocasión de marchar, y entre ambos extremos los dolorosos imponderables llegan cuando así ellos lo deciden a su caprichosa voluntad ¿Hasta dónde controlas?

Si no queriendo, habiendo gastado algunas horas en una costosa educación para ello, dejar de hacer el bien y alguna vez terminamos involuntariamente causando el mal a quienes más queremos ¿Hasta dónde controlas?

Si nunca nos ha tocado el número premiado y aun así no tenemos otra que seguir depositando nuestra suerte en manos de un inevitable arbitrario azar escrito y signado sobre boletos marcados ¿Hasta dónde controlas?

Si no queriendo parecer patéticos y ridículos alguna vez nos ganamos por notorios y públicos méritos propios la medalla de oro en los campeonatos mundiales del bochorno ¿Hasta dónde controlas?

Si conociendo bien lo que nos beneficia no podemos dejar de caer en la tentación y con gesto bobalicón nos apuntamos sin limitación a ejecutar actos en perjuicio de la dignidad y la integridad de nuestra persona ¿Hasta dónde controlas?

Si haciendo lo imposible para ser aceptados como socios en la cofradía del ritmo, una vez dentro no dejamos de practicar seductores pasos y cuando más lo deseamos nadie tiene a bien aceptarnos para el deleite común con un sencillo baile de solo un compás ¿Hasta dónde controlas?

Si no teniendo carencias en nuestras necesidades, incluso teniendo la mayoría de nosotros colmadas sobradamente algunas mucho más allá de las que llamamos básicas, no podemos dejar de consumir y acaparar ¿Hasta dónde controlas?

Si rodeados de un material confort, sin punto de comparación en la historia, nunca hubo tanto neurótico con ansias de distinción imperativamente reclamando a gritos expresamente solo para él, eso sí inventados por otros, espacios de mayor satisfacción hasta ahora desconocidos ¿Hasta dónde controlas?

Si aun no conociendo la mayoría de las respuestas, y no valiéndonos muchas de las conocidas contestaciones obtenidas tras devanarnos los sesos, seguimos sin poder parar ni dejar de hacernos incómodas preguntas ¿Hasta dónde controlas?

Y a mayores, si vosotros sátrapas aduaneros con voracidad permanentemente de recaudación de un injusto arancel, tras crear dos comisiones de investigación con tres portavocías cada una, sois incapaces de rascaros vuestro apoltronado trasero simultáneamente a la vez que chupáis un caramelo, podríais por favor responderme ¿Hasta dónde controláis, patanes?

Y a su respuesta, que fuere cual fuere no me convencería, mi réplica sería sois todos unos pésimos capitanes que jamás, ni por casualidad, habéis entendido nada ni de mares ni de vientos; y aunque, en aras de la prevalencia de esa válida consejera tantas veces ausente llamada sensatez, podamos estar de acuerdo en que por cautela más nos vale no darle la espalda al principio de prudencia y se pueda dar por bueno el refrán que dice “hombre precavido vale por dos”, no debe olvidarse que sin problema alguno, sin asomo de rubor y sin siquiera despeinarse los caprichos del destino a menudo vencen a sus oponentes y eliminan a sus enemigos a pares.