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Los errores más comunes en la gestión de proyectos y cómo evitarlos

· Liderar un proyecto implica coordinar personas, objetivos, plazos, presupuestos y expectativas… y hacerlo todo a la vez, si alguien sigue pensando que se trata de trazar un plan y repartir tareas, está muy equivocado

Redacción | Viernes 12 de septiembre de 2025
No sorprende, por tanto, que aumente el número de empresas que, incluso con experiencia y sólidamente implantadas en el mercado, repitan errores. Errores tan habituales como una planificación improvisada, una comunicación deficiente o una mala gestión de los recursos echarán por tierra incluso las mejores ideas, incluso con equipos humanos cualificados. En la mayoría de los casos, se trata de fallos evitables, la dificultad estriba en detectarlos a tiempo y saber cómo actuar, un conocimiento que está destinado a mejorar tus competencias en gestión de proyectos de forma notable.

Para tener esta preparación se presentan, a continuación, los errores más habituales y cómo puedes anticiparte a ellos en tu día a día.

1. Empezar con prisas y sin un plan claro

Suele ser habitual que alguien proponga una idea original y se le da luz verde enseguida, sin apenas reflexión, poniendo a un equipo en marcha, pero sin una planificación realista y consensuada, el caos acabará apareciendo.

Lo que se puede y debe hacerse antes de poner en marcha nada, será sentarse con el equipo, definir tareas, asignar responsables y establecer hitos razonables y alcanzables. Es mejor perder una semana afinando el plan que perder tres meses corrigiendo errores sobre la marcha.

2. Objetivos difusos o cambiantes

A veces, los proyectos arrancan con metas mal definidas utilizando frases como “mejorar la experiencia del cliente” o “hacer crecer el negocio” que suenan bien, pero no dicen nada en concreto.

Un consejo práctico en este sentido será asegurar que los objetivos estén claros desde el principio. Se deben definir y quedar fuera de toda duda los objetivos a conseguir, el tiempo para alcanzarlos, los recursos con los que se cuenta… Si esta información se desconoce, se genera desconcierto, bloqueos y, al final, frustración.

3. Comunicar poco, mal… o tarde

Si no hay una comunicación fluida, el proyecto no avanza, la falta de información, los malentendidos o los silencios prolongados son responsables de muchos retrasos y conflictos internos.

Para solucionarlo, habrá que establecer una rutina de seguimiento para coordinar con efectividad. Una breve reunión semanal, una herramienta compartida (como Asana o Notion) o simplemente un canal de chat activo pueden ser de gran utilidad.

4. No tener en cuenta los recursos reales

En demasiadas ocasiones se asumen capacidades que no se poseen. Se asignan tareas sin preguntar por la disponibilidad, se presupuestan recursos sin confirmarlos, o se espera que un equipo pequeño cubra tareas para las que haría falta el doble de personas.

Para evitar esta situación es aconsejable revisar con honestidad los recursos con los que se cuenta sin sobrecargar a nadie y, si hay que reducir el alcance del proyecto, hacerlo a tiempo. Un buen gestor sabe cuándo apretar… y, también, cuándo aflojar.

5. Ignorar los riesgos

Pensar que “ya lo resolveremos si pasa algo” es un error de base muy habitual. Siempre hay imprevistos con proveedores que fallan, cambios de normativa, rotación de personal, problemas técnicos…

Cómo anticiparte a estos peligros comenzaría con hacer una lista de posibles escenarios problemáticos. Sin obsesionarse, pero con un plan B (o C) preparado. Cuanto mejor se identifiquen los riesgos al principio, más rápido se reaccionará en caso de ser necesario.