Y si la tonalidad cromática del cabello o del iris alrededor de la pupila que te toca en suerte por sí sola no determina la probabilidad en la propensión a la alopecia o a la miopía, en el caso del dinero por sí solo sí se incrementa la probabilidad de obtener muchas cosas. Dichosos mis bienes que mis males remedian.
No cuesta lo mismo poseer dinero que tener los adecuados modales del dinero, así hay personas que hasta que no alcanzan en su cuenta bancaria muchísimo dinero no adquieren esos modales e incluso hay quien está incapacitado para hacer uso de tales modales aunque sea multimillonario.
Por otro lado sin disponer en exceso o demasiado, pero si del necesario y suficiente, también alguno hay que con su elegancia en su natural y espontáneo manejo, y en su oportuno trasiego, con su buen hacer despierta una sana envidia.
Nadie creo que no se percate de la correlación directa existente entre trabajo y dinero, y cuando a una persona le dicen: tengo un trabajo para ti ¿Te interesa? Hay tres tipos de respuestas inmediatas según el interés que se despierta y que reflejan los modales del dinero a los que me refiero, contestaciones dadas también mediante otra pregunta única: la primera ¿Cuánto pagas?; la segunda ¿Qué hay que hacer?; y la tercera ¿Por qué me lo ofreces a mí?
Cuando lo más hábil, si la contestación a la primera de ellas es dirimente y urge saberlo, es hacer las tres de forma consecutiva pero en el orden inverso al orden en que han sido aquí mencionadas.
En elevadas cuantías conseguidas sin esfuerzo es sin excepción caprichoso y torticero pero frente a su canalla arbitrariedad hay una pequeña defensa que tiene difícil aplicación si tienes un mínimo de ética, pues como ocurre con una peligrosa malvada guapa mujer vestida para repartir la suerte que se destila de su persona, habitualmente sorprende y al final se pliega para que lo gane todo aquel golfo a quien no le importa nada perder ni que lo pierdan los demás.
Tener más de siete dígitos en valor monetario de patrimonio y seguir moviéndote solo y exclusivamente por aquellos estímulos que proporcionan el acaparamiento de más dinero es ser un asqueroso miserable, merecedor de alcanzar el estatus de ser un hombre tan pobre, tan paupérrimo que al final se quede tan solo y abandonado que solo tenga dinero.
En cambio tumbarte y abrirte de piernas para conseguirlo, cuando de verdad está en juego la supervivencia tuya y a mayores la de tus hijos no es ni mucho menos indigno ni implica rendirse, lo que bien mirado sin ninguna duda es más valiente y mucho más pragmático que ver morir de hambre a los vástagos mientras agonizas de pie, firme con las piernas juntas y cerradas.
Con el dinero pasa como con el poder, con independencia de que este último se haya comprado o no con el primero, que la mayoría de los que revolotean alrededor de quien lo tiene no dicen ni por equivocación una verdad, sencillamente se limitan a transmitir lacónicos y sin ninguna emoción lo que quiere oír quien lo posee.
Y si bien es cierto que el dinero no da la felicidad, si puede producir cuando hay falta de madurez la sensación de una cierta [viciada] felicidad, que si no se aspira a ser incluido con honores en la cofradía de la estulticia hay que saber contemporizar y controlar.
El amor al dinero es igual que una célula cancerosa, y como tal se reproduce con más rapidez que una célula normal depositaria del amor a cualquier otra cosa merecedora de cariño, y cuando irremediablemente se manifiesta la metástasis el desarrollo sostenido del maligno tumor ya es inevitable y no cabe su retroacción. La muerte en el cerebro del avaricioso ya para siempre ha ganado y tiene conquistada su posición.
El dinero no debe ser un fin, debe limitarse a ser exclusivamente un medio, en otro caso se parece a la verdad, pero no a cualquier verdad solo a aquella que se establece demasiadas veces mediante una sentencia firme en los juzgados, ese no pocas veces intoxicado lugar donde todo el mundo acude solo para mentir en toda su extensión y en la medida que le dejan y/o puede.
En cualquier caso nadie se libra de necesitarlo, son los menos los que por nacimiento lo tienen y por ello la mayoría no se libra de tener que ganarlo con el sudor de su frente y, dado en su caso la imposibilidad de conservarlo, de tener que hacer economías para bien aprovecharlo.
Harto del okupa que tenía instalado en un inmueble de su propiedad y viendo que tras solicitar amparo judicial a las autoridades estas con el esperado fallo no lo desalojaban y además al dueño, poseedor de justo título, le prohibían cortar los suministros de la casa invadida para no conculcar los derechos humanos, haciendo uso de sus particulares modales del dinero, le envió al sinvergüenza beneficiado este escueto y sencillo WhatsApp: visto lo visto ya solo le pido, si no es mucha causa de incomodidad para su vago dedo, que sea listo y para asegurarse que al final no me declare también yo, su esclavo proveedor, insolvente que por favor al salir de la habitación pulse el interruptor y apague la luz que usted no paga.