Análisis y Opinión

Robert Redford: adiós a una leyenda del cine

· Ha fallecido Robert Redford, y con él se nos va una parte fundamental de la historia del cine

Javier García Isac | Miércoles 17 de septiembre de 2025
Reconozcámoslo: más allá de sus ideas políticas –muchas veces progresistas y, por tanto, en abierta contradicción con lo que defiendo y creo–, Redford era un grande de la interpretación, un referente de otra época, de otro cine, muy distinto al que padecemos hoy en día, especialmente en España, donde la industria cinematográfica ha renunciado al talento para entregarse al sectarismo, al adoctrinamiento y al panfleto ideológico.

Redford representaba algo que hoy parece olvidado: la capacidad de un actor para enamorar al público con su trabajo, con su presencia en la pantalla, con su talento artístico. Fue el rostro inolvidable de títulos míticos como Dos hombres y un destino, El golpe o Todos los hombres del presidente. Películas que forman parte ya de la memoria colectiva, que marcaron generaciones y que definieron un estilo de hacer cine que hoy echamos en falta: entretenimiento de calidad, cine de verdad, cine para el espectador.

Es cierto que, como buen actor de Hollywood de su tiempo, Redford coqueteó siempre con posturas progresistas. Se definía a sí mismo como un hombre preocupado por el medio ambiente, comprometido con causas políticas, y afirmaba que la política era un “carnaval de lo absurdo”. Lo cual, siendo sincero, no deja de tener algo de razón, aunque en su caso siempre lo enfocó desde un prisma ideológico que hoy conocemos demasiado bien: el de un progre pijo de manual. Pero lo justo es lo justo: sus opiniones políticas eran, en muchas ocasiones, manifiestamente mejorables; sin embargo, su trabajo en la pantalla era de una brillantez indiscutible.


Y es ahí donde quiero detenerme: en el actor, no en el predicador ideológico. Porque Robert Redford no solo interpretaba, sino que transmitía. Su elegancia natural, su forma de mirar a cámara, su presencia, eran capaces de atrapar al espectador desde el primer minuto. Y eso, en un tiempo en que el cine se ha convertido en una sucursal de la política más ramplona, merece ser recordado con admiración. Redford fue, ante todo, un actor de los grandes, de esos que se hacen eternos.

En España, donde nuestra cinematografía ha sido secuestrada por una izquierda sectaria y subvencionada, incapaz de producir una obra maestra sin pedir la limosna del Estado, la figura de Redford nos recuerda lo que significa hacer cine sin trampas, sin panfletos, sin manipulación. Sí, tenía sus ideas progres, pero nunca convirtió su filmografía en un mitin. Hoy, en cambio, el cine patrio no es más que un panfleto ideológico disfrazado de cultura.


Robert Redford se nos va dejando tras de sí una lección: se puede tener ideología y, aun así, respetar la grandeza del cine como arte. Se puede pensar diferente y, sin embargo, ser reconocido como un actor inmenso, como una leyenda que marcó época. Y eso es lo que hoy quiero subrayar.

Descansa en paz, Robert Redford. No comparto tu visión del mundo, pero sí celebramos tu talento. Porque, al final, el cine es eso: la capacidad de emocionar, de conmover y de permanecer en la memoria colectiva. Y en eso, tú fuiste un maestro.