El globalismo se ha instituido en una mala bestia lanzada por las elites mundiales contra la población de todos los continentes, afectando de una manera demoledora al sistema de libertades del que nos hemos dotado en el mundo civilizado y, a bocanadas, creando ruina y miseria con unas políticas compradas por indocumentados, en un terreno pantanoso conde confluyen el sectarismo, la ignorancia y la maldad. La última víctima de esta maquinaria de generar continuados y graves destrozos contra el bienestar general (¿algún día nos arrepentiremos? ¿algún día será posible la reversión?) es el Trasvase Tajo-Segura, un producto español pero modélico a nivel internacional siempre que ha funcionado debidamente.
Con toda la razón del mundo, los agricultores del sureste español que riegan sus cultivos con aguas procedentes del Tajo-Segura están que fuman en pipa, en estado de pura indignación, de rabia y, a pesar de la entereza que han probado con el paso ya de las décadas (son grandes empresarios, de una pieza), no ocultan su desesperación. El total de agua embalsada hoy en la cuenca es únicamente de 206 hectómetros cúbicos de los 1.140 que puede contener, un pírrico 18 %.
Se da la paradoja de que un gobierno de aficionados como el que padece España, que se da golpes en el pecho por su abanderamiento de la causa ecologista (léase ‘ecolojeta’), está condenando a la desertificación y a la devastación del sector agrícola a, esencialmente, las provincias de Alicante y Almería, y a la región de Murcia, liquidando nada menos que a la que se reconoce mundialmente, por méritos propios, por su calidad y singularidad, como la ‘Huerta de Europa’.
Es de ley reconocer la encomiable labor que vienen realizando, de manera inteligente y persistente, desde el Sindicato de Regantes del Trasvase (SCRATS), sin otro color político que el de la defensa del interés general en una causa que es de Justicia, y que alza la voz para reparar el daño que se viene haciendo a tantos miles de familias que viven (¡sobreviven en muchas ocasiones!) en el campo, en esa parte tan fértil de España.
Es absolutamente indiscutible que el acueducto Tajo-Segura garantiza el abastecimiento de agua allí donde hay escasez; que garantiza igualmente un suministro estable y fiable reduciendo la dependencia de lluvias y recursos locales; que facilita el desarrollo económico de zonas áridas, aumentando la producción y la propia generación de riqueza local; que revierte positivamente en otros sectores enteramente fundamentales como la industria y el turismo; y que, en unos parámetros modélicos, permite una gestión eficiente y coordinada del agua, fuente primera de vida.
Socialistas, comunistas y globalistas, en una actitud terca, depredadora, insensible, rabiosamente indocta, en la línea que viene exhibiendo un gobierno de tarugos, están atentando contra ese gran tejido económico, contra esa gran fuente de vida. Y no paran.
Antes de que sea tarde, conviene al interés general más elemental que un cambio en el Parlamento, y por tanto en La Moncloa, produzca por fin que a nuestros agricultores (tantas veces engañados con buenas palabras por politicastros de diversa extracción) se les dé lo que ellos, y en consecuencia, España, merecen. ¿Cuándo cesará la espera?