Las organizaciones descubrieron que pagar arriendos millonarios por oficinas que permanecen medio vacías no es sostenible. Pero más allá de los números, el verdadero detonante ha sido el talento: los equipos ya no quieren perder horas valiosas en desplazamientos ni encadenarse a un escritorio fijo.
El trabajo remoto abrió la puerta, pero lo que vino después fue una evolución natural: los coworkings.
No es solo un espacio con escritorios compartidos. Es un ecosistema vivo que reúne empresas, freelancers y startups en un mismo lugar, con infraestructura de primer nivel, flexibilidad en la contratación y, lo más importante, con la posibilidad de elegir dónde y cuándo trabajar.
En ciudades como Bogotá, Ciudad de México o São Paulo, los coworkings se han convertido en los nuevos “hubs corporativos”: desde ahí las empresas operan, se conectan y, de paso, atraen y retienen talento que busca opciones más humanas para organizar su vida laboral.
Eficiencia Financiera: Pagar por lo que usan, no por metros cuadrados vacíos.
Cultura y colaboración: los equipos se encuentran cuando tiene sentido, no por obligación.
Talento satisfecho: crecer o reducir espacio según el momento del negocio, sin contratos rígidos.
En sectores como fintech, donde la innovación y la velocidad mandan, muchas compañías ya operan casi por completo en coworkings. Sus directivos lo ven como una ventaja competitiva: oficinas que acompañan la agilidad del negocio en lugar de frenarlo.
Los coworking en Bogotá pasaron de ser una tendencia a una modelo de negocio durable en el tiempo, esto también se ve reforzado por plataformas que conectan a las empresas con redes de coworkings en la ciudad y en la región.
Ya no es solo una alternativa para empresas y profesionales; es el nuevo estándar para empresas que quieren eficiencia, bienestar y cercanía con su talento. La pregunta que queda es” ¿qué tanto más tiempo podrán las oficinas tradicionales competir con esta nueva forma de trabajar?