Pero, aunque muchos saben por las clases de matemáticas en el colegio, que menos por menos es más, ni siquiera esforzándose hasta la extenuación todos entienden y podrían explicar con claridad, dado que no es ninguna convención, por qué al multiplicar menos dos por menos dos el resultado también es exactamente ese mismo cuatro anterior. Muchos al no entender con claridad los curiosos cuatro (el mismo número de nuevo) resultados de la multiplicación de los matemáticos signos positivo (+) y negativo (-) entre ellos, ya desde niños para su desventura se vieron obligados a tener que empezar a creer en los milagros.
Entender exige, antes de empezar a hacerlo y tener verdadero interés en lograrlo, comprender que solo el entendimiento es lo que de verdad nos iguala y que la acción de entender no se desarrolla sobre un suelo plano y enmoquetado, sino que a lo que más se parece es a una empinada escalera de mano que a nadie permite que los peldaños no se suban despacio, con calma y con cuidado de uno en uno.
Respetar de manera incondicional al ser humano significa entender que cada persona de forma individual es un fin en sí mismo, no el medio ni el instrumento para los fines de otros.
Entender es aceptar que todos y cada uno por ser una obligación y a la vez tener derecho a ello debe existir por su propio esfuerzo, sin sacrificarse en un exclusivo beneficio para otros ni sacrificar a otros para su exclusivo beneficio propio.
Es bueno entender que a quien le corresponden las ventajas también por igual le corresponden los inconvenientes y, que si se enciende y alimenta un fuego se corre el riesgo de ver arder bosque.
La sensatez es entender, sin necesidad de experimentarlo, la exacta inexistente eficiencia que hay en abrir todo lo que da de sí la boca para intentar conseguir beber en su totalidad el chorro a presión que sale de una manguera de incendios totalmente abierta, y ello para terminar de empeorarlo mientras te entretienes matando el momento presente y aplazas la resolución de tus problemas para el futuro.
Solo está completamente vivo quien bien entiende que vivir realmente no es otra cosa que ser un irrelevante testigo más de un tiempo que pasa sin pausa y que a su vez basta con respirar y no complicarse mucho la vida para sentir como, con su vicio por la puntualidad, el tiempo por encima nos pasa.
Es un grave error no entender que hay una alta probabilidad de incurrir de alguna manera en el desacierto en el juicio si se prejuzga a un hombre sin antes haber pasado por lo mismo que él.
Mal entiende quien no comprende que el bien entender precisa tiempo y paciencia, el primero por su natural vínculo con la innata dinámica del cambio que ya por sí mismo implica entender y la segunda porque es de la que inevitablemente para alcanzar el triunfo se amamanta constantemente la ciencia.
Se debe entender que culpar a otros de todo lo que nos pasa, evitando la autocrítica solo lleva a la soledad, responsabilizar de nuestra suerte a los demás mientras uno se apoltrona en el confort de la pereza es un círculo vicioso que solo propicia que con razón nadie, por el lastre que supones, te quiera a su lado.
Algo, pero no todo, entiende quien se cree que el que siembra siempre recoge, algo más comprende quien hace suyo que siempre se cumple que jamás recoge quien nunca siembra, y por completo discierne quien interioriza que para recoger tras haber sembrado se precisa que también acompañe esa suerte a la que sí se puede ayudar pero que rara vez solo depende de nosotros.
No es difícil entender que con el transcurso del tiempo en el recuerdo todo se va difuminando, incluido el contorno del rostro del ser querido que a mayores partió para nuestra insatisfacción sin ofrecer suficiente previo aviso, pero tal paulatino suceso no es lo mismo que sin más nos esté ganando terreno el olvido.
Buena lección es entender que la vida es dura y aún más cuando no se tiene de cara la suerte, y así hay distintos tipos de hombres, están los mejores, los pacíficos, porque nunca se sienten inclinados a pelear pero en su lugar saben hablar y razonar y eso vale mucho y para casi todo, y luego están los peores, los violentos, son esos hombres que solo saben comunicarse con las armas o con los puños, con ellos no se puede buscar un entendimiento por ser imposible razonar con ninguno de los que por naturaleza son así y jamás cambiarán, y si uno de estos viene a por ti más te vale estar preparado para saber recibirlo.
A no tardar mucho de nacer, puesto que algún día será inevitable que acontezca, mejor entender, para facilitar su aceptación, que la muerte no es tan grave y que, a mayores si se sufre con ello, es el morir lo que no resulta del todo precisamente divertido.
Sobre la base de la frase “La vida puede ser hermosa cuando se comprende el inconveniente de haber nacido”, más vale entender que hombres y mujeres por igual precisan tener cierta fuerza, estabilidad y calma si no quieren poner en peligro sus días cotidianos, pero que ello es totalmente compatible con esos momentos de ejercer con descaro ese derecho que tiene la feminidad a hacer ruido con unos tacones de aguja para provocar el descarado derecho que posee la masculinidad a deleitarse con ello.
No entiende la fantástica esencia natural, que es propia de una infinita humana imaginación, quien solo encuentra despropósito y locura en la respetable seria ilusión que para sí guarda en su corazón un moreno subsahariano cuando lo hace con base en la esperanza de llegar un día en un futuro no demasiado lejano a ser visto por todo el mundo como otro pálido sueco cualquiera más.
Por ello termino como he empezado y para mi está sobradamente acreditado que si al pájaro de mucho le vale saber, de mucho más le va a valer entender, pero para conseguirlo debes con convencimiento por ti solo inferir que las alas del pensamiento, la imaginación, deben moverse con el armónico ritmo de un baile suelto y libre, no con el tamborilero compás impuesto de un desfile.