Análisis y Opinión

Dilema

· Siempre me ha interesado el dilema de los mutuamente excluyentes valores de libertad y seguridad

Julio Bonmati | Domingo 23 de noviembre de 2025
No hay forma de aumentar uno sin el detrimento del otro. Inclinarte por alguno de ellos, dado lo que al hacerlo inevitablemente se descarta, no deja de tener aspectos en común con apostar fuerte en la puntuación que te ofrece la báscula con origen en elegir entre saciar más de lo estrictamente necesario el apetito con sabrosos postres o estar delgado. Sin olvidar al abundante estulto que no medita donde colocar la ficha porque confía en que la ruleta no deje jamás de rodar para así no tener que asumir la responsabilidad de que finalmente la bolita se pare en el rojo o en el negro.

Curiosamente el primero de ellos [la libertad] está contemplado como el primer valor superior del ordenamiento jurídico de los que se enuncian en el artículo Uno de nuestra Constitución de 1978, no ocurre lo mismo con el segundo [la seguridad] ya que entre tales valores ni se le nombra, y llama mucho la atención con la prevalencia de que goza nuestra ley suprema que cada vez más en los preámbulos y las exposiciones de motivos de las normas de inferior rango, es decir todas las demás, que se aprueban por nuestras dos cámaras del poder legislativo, Congreso de los Diputados y el Senado, se mencione mucho como razón y causa de su existencia y sanción positiva la seguridad y apenas se puede encontrar en estas mismas leyes que deben obediencia a la Constitución referencias a la libertad. Lo que para mí es la muestra clara de hacia dónde vamos en este sentido ¿Por qué será?

Siempre me gustó como simbología de este dilema, para jugar un rato, solicitar de los demás un pronunciamiento sobre la opción resultante de realizar de forma simulada el ejercicio mental de elegir con todas sus consecuencias como forma de vida entre:

Ser un llamativo y agraciado canario cantor de bello trino, sobradamente bien alimentado con buen alpiste y poseedor de un colorido plumaje, sin ninguna duda muy querido por su dueño, eso sí viviendo siempre, sin la posibilidad de abandonarla, dentro de una bonita y limpia jaula con su columpio y todo; y donde el máximo desplazamiento para variar el paisaje que se le ofrece a la vista por completo depende de que su propietario tenga a bien el capricho de cambiar la jaula de sitio.

O ser un silencioso y simpático callejero gorrión de color pardo de los que vuela libre y lo suficientemente bajo, al sabérselas todas gracias a su asilvestrada experiencia no exenta de algún que otro golpe, para tras atrapar una comestible abandonada migaja de vez en cuando, rápido tener que escapar batiendo con gracia sus ligeras alas al tiempo que se burla con descaro de los gatos.

Habitualmente poco amigo, salvo excepciones muy puntuales, soy del gris que resulta de combinar mediante una burda mezcla el negro y el blanco, por eso entre una y otra sin ninguna duda con toda la ausencia de delegación de responsabilidad que conlleva e implica para quien la recibe me quedo solo con la libertad pues solo ella te hace ciudadano, y a la que siempre recibo con toda la carga que conlleva con un ¡Bienvenida seas!

La belleza, la verdad y la libertad son los conceptos interrelacionados que interesan y se exploran con la filosofía y el arte. “Libertad, igualdad, fraternidad” es el lema surgido con la Revolución Francesa que se ha convertido desde entonces en muchas partes en el grito de los republicanos y liberales por la consecución de la democracia moderna ¿Dónde se encuentra la seguridad? Como mucho debajo de un cartel de prohibición donde a un “iluminado”, con menos luces que una colchoneta de playa, se le ha ocurrido indicar “Amigo administrado, es por tu seguridad, ayúdanos a conseguirla”. Excusatio non petita, accusatio manifiesta.

Elegir en el mundo que vivimos la seguridad para mí siempre implica en no poca alta medida poner en manos de terceros el orden que me regula, y no confío nada en dejar en manos de otros con sinecura a dedo las decisiones que me afectan, por poco que estas lo hagan, y mucho menos me fío cuando no me pagarán en concepto de preceptiva indemnización un alto precio si se equivocan. Algo que en mi opinión sucede con demasiada frecuencia, precisamente por la tramposa irresponsabilidad de la que cuidan mucho de dotarse. Aquí mira tú por donde si ven acertado tener la necesaria libertad para sin consecuencias meter la pata.

Para mí el colmo de la desvergüenza es cuando abusando de la demagogia me quieren convencer con un discurso a la altura intelectual de una patata de que es por mi bien por lo que cercenan mi libertad con la finalidad de disminuir la probabilidad de que se materialicen unos riesgos, muchas veces creados sin género de duda por anteriores erradas decisiones de ellos, que de producirse como mucho me afectarían de forma tangencial e indirectamente. Mejor prescindiré de reseñar su ineptitud y la de los protocolos que mutilaron nuestra libertad al aprobarlos para que luego nunca funcionen durante las catástrofes.

Sin abandonar el saludable ambiente propio de la huerta cuando algún mensajero, con aspiraciones de poseedor del carné platino de aprovechado, intenta convencerme de las bondades de la seguridad a cualquier precio, tras mirarle los abotargados ojos, no puedo olvidarme de parte de la letra de la canción del grupo chileno Quilapayún para, tras manufacturar mi particular versión, acordarme del pobre imperfecto rojo tomate al que engañaron vilmente y con la promesa de eximirlo de toda culpa lo colocaron al amparo de una aparente tranquilidad en su mata regada por goteo y para su sorpresa cuando menos lo esperaba se presentó un indeseable y en nombre del bien general sin mayor explicación lo arrancó, lo metió en una lata y lo mandó encerrado en la maloliente bodega de un buque hasta Caracas, lugar por cierto donde no se le había perdido absolutamente nada.

Y cuando esa lata de tomate donde por partida doble te engañan con lo que los ingleses llaman “"shrinkflation" (inflación por contracción) y ahora se ha bautizado en España, con ese estilo tan nuestro de indubitada sonoridad a la par que de dudoso agrado para la pituitaria, como “reduflación” que es lo que ocurre cuando apenas te suben el precio pero te bajan en mayor proporción el peso neto, lo mejor está todavía por llegar sobre todo cuando para comprarla la tengas que pagar con el euro virtual, eso sí todo ello por tu seguridad. ¡Total una más qué más da! ¡Qué le den a la libertad! Quizás por eso a todos al visitarla nos ha tocado entristecidos quedarnos en la Corona donde está su límite de subida, pues desde 1916 al llegar a Liberty Island por un hecho acaecido durante la Primera Guerra Mundial por seguridad ya no se puede llegar hasta la Antorcha de su impresionante estatua.