Economía

Reedición de los Golfos Apandadores

· Por Miguel Córdoba, economista

Martes 16 de diciembre de 2025
Cuando era niño, en plena época del desarrollismo franquista, a veces conseguía que me compraran un tebeo de segunda mano en El Rastro, y me gustaban en particular las historietas de la factoría Disney. En algunas de ellas aparecían unos personajes curiosos con antifaz y gorra de transportista, que se llamaban los “Golfos Apandadores” (“beagle boys” en su versión original), y cuyo objetivo principal era quedarse con el dinero del Tío Gilito (“Scrooge McDuck” en versión original). Las historietas no eran nada del otro mundo, pero comparadas con “Roberto Alcázar y Pedrín” o con “El Guerrero del Antifaz”, eran casi un lujo.

Dicen que cuando vas cogiendo años, al final recuerdas más las cosas que te ocurrieron en tu primera etapa de la vida, que aquellas que son más recientes. Es posible, pero a mí lo que más me preocupa ahora, y probablemente tenga que ir a contárselo a mi psicoanalista, es que cada vez que veo el Telediario y salen políticos en la pantalla, me viene la imagen de aquellos depredadores del Almacén de Dinero del Tío Gilito.

Pues bien, todo esto viene a cuenta a raíz de la vergüenza ajena que algunos sentimos cuando vemos en lo que se ha convertido nuestro país después de varias legislaturas para olvidar. La verdad es que golfos los ha habido siempre; la corrupción en el franquismo, a pesar de que se procuraba tapar, era algo notorio, y cuando no se podía tapar como el caso del desfalco de la Banca Siero (por el que encarcelaron durante cinco años al padre de Rodrigo Rato), o los escándalos de Matesa o Sofico Renta, todos nos llevábamos las manos a la cabeza, pero como no había libertad nos guardábamos mucho de criticar la acción gubernamental y seguíamos a lo nuestro, que no era otra cosa que tratar de sobrevivir.

Pero llegó la democracia y todos nos ilusionamos (salvo Blas Piñar y algunos falangistas) pensando que íbamos a entrar en Europa, que íbamos a ser europeos, que íbamos a tener gobernantes sin tacha que sólo mirarían por el bien común de los ciudadanos, que tendríamos instituciones transparentes y sin mácula que cuidarían de nuestros intereses, que los políticos que las dirigieran iban a ser profesionales y funcionarios de alto nivel que aportaran toda su formación y experiencia para sacarnos de la cueva en la que habíamos estado durante cuarenta años.

Y milagrosamente, y durante unos años, eso ocurrió. Después de mandar a Carlos Arias Navarro a plantar geranios, Adolfo Suárez cambió las instituciones políticas en cinco años, mientras que Felipe González hacía lo propio con la Economía en la década siguiente. Hasta Aznar lo hizo bien en su primera legislatura. Todo parecía sonreírnos, y de paso habíamos entrado en la Unión Europea y en la OTAN. De la esperanza habíamos pasado a los hechos y parecía que Europa ya no se acababa en los Pirineos.

Pero, hete ahí, que después del bodorrio de El Escorial, Aznar se endiosó y creyó que podía hacer lo que quería con su cortijo (es lo que tienen las mayorías absolutas) metiéndonos en una guerra iraquí que ni nos iba ni nos venía y que provocó la matanza de Atocha a manos de fundamentalistas islámicos, a pesar de que en las primeras horas se trató de mentir a los españoles diciendo que había sido ETA.

Mientras tanto, en el Congreso del PSOE del año 2000, una oscura figura de segundo apellido Zapatero emergía de las profundidades del partido y se hacía inexplicablemente con el poder, cambiando para siempre la orientación socialdemócrata del partido y resultando determinante para el futuro de España. Sus dos legislaturas, unidas a las dos del “puedo pero no quiero” de ese príncipe de la inacción que se llamaba Mariano Rajoy, nos llevaron a los últimos siete años de vergüenza y estupor que está protagonizando Pedro Sánchez.

Decíamos que en el franquismo hubo corrupción y en las primeras décadas de la democracia también; recordemos, por ejemplo, el escándalo de Filesa en el PSOE, pero eran hechos aislados, hasta que llegamos a la década pasada, con medio Partido Popular dedicado al latrocinio, especialmente en Madrid (Granados, González, Bárcenas, la Gurtel) y Valencia (también la Gurtel, el “pitufeo” de Rita Barberá, etc.). Y llega Pedro Sánchez para eliminar “para siempre” la corrupción sistemática de los populares y nos encasqueta a Cerdán, Ábalos, Koldo, Leire y demás, con un presunto entramado empresarial perfectamente organizado para canalizar sistemáticamente mordidas en la adjudicación de contratos del sector público.

La verdad es que cuando veo juntos a estos últimos, y les imagino con una gorra y un antifaz negro, no puedo por menos que recordar a los golfos apandadores de Disney. Los que hayan leído aquellos comics recordarán lo torpes que eran y cómo al final siempre les pillaban después de hacer sus tropelías. Y es que si los mecanismos de control del Estado y de los partidos funcionaran de verdad, no podría haberse desarrollado esta trama tan burda como esta durante más de diez años sin que nadie detectara el problema.

Cualquier auditoría externa por excepción actuaría como efecto disuasorio para que los golfos que se sintieran tentados a cobrar comisiones por asignación de contratos públicos se lo pensaran dos veces antes de delinquir; pero ninguno de los partidos mayoritarios ha decidido actuar en este sentido, no vaya a ser que se descubran sus vergüenzas.

Hace cuarenta años que yo ya recibía mediante transferencia el reembolso de los gastos en los que incurría en mi actividad profesional y estoy convencido de que, nadie, hoy en día, en las empresas privadas, aunque sólo sea por seguridad, paga en billetes sus gastos a sus empleados. Sinceramente, ni por asombro me imaginaba que en el año 2025 las liquidaciones de gastos se pagaran con sobres en efectivo en el PSOE. Eso no es ninguna práctica operativa, sino una muestra de la opacidad reinante en el partido gobernante. Se mantienen sistemas operativos anacrónicos para poder permitir, en su caso, actuaciones no acordes con la legalidad. Y resulta que los que organizaban el modus operandi del pago de los gastos eran precisamente los dos últimos secretarios de organización, es decir, Ábalos (2017-2021) y Cerdán (2021-2025).

Si añadimos a la corrupción los escándalos con las meretrices y el acoso a las mujeres, la verdad es que el Sr. Sánchez está dejando al partido hecho unos zorros. Lo único bueno que tenían los golfos apandadores era que sólo se dedicaban a robar. Supongo que los años que median entre la primera edición de aquellos comics y esta han hecho que los “gustos” de los golfos evolucionen, y no para bien.

Tenemos que ser conscientes de que la democracia es algo más que meter votos en una urna. Es un sistema para que el pueblo se gobierne a través de unos representantes elegidos, los cuales se deben a los ciudadanos, y no a sus amigos. Mientras no entendamos eso, seguiremos siendo el “patito feo” de los países europeos, y la marca España no despegará; es más, se hundirá irremisiblemente.

En estos momentos, en los que todos, salvo el ego del Sr. Sánchez, sabemos que no volverá a gobernar este país, es preciso que hagamos una profunda reflexión de lo que representa para los ciudadanos vivir en un país democrático. Las libertades no son gratis. Hay que luchar cada día por ellas. No podemos adocenarnos en un sofá viendo programas impresentables de televisión y series casposas, mientras miramos para otro lado. Los americanos, ingleses, alemanes, holandeses, etc., no son más listos que nosotros, pero se toman sus deberes democráticos de una manera muy diferente al pasotismo español. Tenemos que reaccionar o nuestro futuro no pasará de servirles a ellos cervezas en las terrazas con salarios tercermundistas.

La nueva España debe salir de 2026 completamente regenerada, con caras nuevas, con personas en los cargos públicos que tengan espíritu de servicio a la comunidad. Es posible que si ello ocurre, deje de sentirme como el Tío Gilito, y pueda reducir el coste de las facturas del psicoanalista.