Miguel Gilaranz (Corresponsal en Perú de ElMundoFinanciero.com)
Abrimos en www.elmundofinanciero.com una nueva etapa con la incorporación a nuestra galería de columnistas y colaboradores a la figura de Miguel Gilaranz, nuevo corresponsal de nuestro medio en Perú. Miguel es un conocido escritor y periodista de pluma fácil y tendencias literarias que harán las delicias de los que se acerquen a su nuevo blog. Ha sido una suerte para nuestro medio encontrarnos con una persona tan capaz y de escritura tan rigurosa como la de Miguel Gilaranz que, desde este momento, nos mantendrá al tanto de la actualidad andina, su Sociedad y sus avances económicos.
Serían las seis de la tarde, hora oficial de la puesta de sol en Lima -porque aquí siempre oscurece más o menos a la misma hora, 6 p.m. y amanece a las 6 a.m. cuando me detengo y leo… “Se necesita mesera”.
Me encuentro en el Centro Comercial Risso, en la avenida limeña de Arequipa. Leer este extraño cartel me paraliza frente al cristal de uno de los múltiples establecimientos de comida rápida que rodean al complejo de ocio. ¿Mesera? Repito otra vez, antes de reanudar la marcha hacia el supermercado, con la intención de comprar pan chapata, lonchas envasadas de jamón de pavo y un refresco sin calorías.
Aunque es domingo, puedo hacer la compra en este extraño país, porque el principio de libre competencia permite una libertad absoluta de horarios, hasta el punto, que no existe ninguna dependencia ministerial que se ocupe de regular el comercio interior. Este y otro tipo de decisiones políticas han favorecido que, en una década, se hayan construido en todo el país más de setenta y cinco grandes centros comerciales. Este milagro se ha conseguido gracias al empuje de una economía que no deja de crecer año tras año, rompiendo todas las previsiones, y acariciando el pleno empleo en lugares tan poblados como Lima, con sus más de nueve millones de habitantes. ¿Pleno empleo? Claro que sí.
Sobre una roca metamórfica, el Esquisto, se pudieron construir los grandes rascacielos en la isla de Manhattan. El Perú del siglo XXI se está levantando gracias a su sólido y rico subsuelo, pero a diferencia de la Gran Manzana, está formado por Oro, Plata, Zinc, Plomo y Estaño, minerales que exporta más que ningún otro país sudamericano. Después, un poco más arriba, o un poco más debajo de este subsuelo, encontramos Cobre, Mercurio, Molibdeno, Selenio y Cadmio, en cantidades suficientes como para convertirse en el segundo exportador del continente de cada uno de ellos. Lo más sorprendente, es que Perú está explotando menos del 3% de su potencial minero.
Pero yo sigo con mis compras, mientras la música ambiental me regala una canción de Alejandro Sanz primero y Miguel Bosé después. ¿Mesera? Me pregunto otra vez mientras observo un extraordinario lenguado en la sección de pescadería. Miro al pobre, pero sabroso animal, seguramente capturado en los cerca de tres mil kilómetros de costa bendecida por la Corriente de Humboldt, que hace aflorar el plancton a pocas millas del litoral, donde una de las mayores flotas pesqueras del mundo aguarda, paciente, la llegada de la anchoveta, un abundante boquerón, cuyo fin es convertirse en harina y aceite de pescado para que Perú no pierda la hegemonía mundial de estos dos productos.
La respuesta a mi duda se antoja sencilla, mesera es la persona encargada de atender las mesas en cafeterías y restaurantes. Esta reflexión me lleva, inevitablemente a preguntarme ¿Con qué nombre, en este extraño país, denominan a las personas que hacen las camas en los hoteles? ¡Camareras lógicamente! exclamo para mí mismo, mientras dudo en llevarme una botella de pisco acholado o pisco quebranta. ¿Cuál de los dos será mejor para prepararme un pisco sour? Ante la duda, decido tomar el primero, siguiendo el consejo que me ofrece un precio más reducido. ¡Un sol, es un sol! y aunque el World Economic Forum, afirma que Perú es líder mundial en facilidad para acceder al crédito, yo no soy peruano, no tengo ningún crédito aquí –bastante castigo hipotecario sufro en España- y debo velar por mi precaria economía personal.
Una vez resuelto el dilema de la elección del pisco más apropiado a mi economía, retomo la conversación, conmigo mismo, y decido –para mis adentros- que desde ahora, a las personas que trabajan en hoteles haciendo camas, las llamaré cama-reras y aquellas que tienen su ocupación en cafeterías y atienden las mesas las llamaré meseras. Y aunque parezca mentira, esta simple decisión –de llamar a las cosas por su nombre- me deja muy tranquilo, máxime cuando, hace unos días en la municipalidad limeña de La Victoria, observo una larga caravana de grandes y lujosos autobuses interurbanos bajo una enorme gigantografía…“Bienvenidos al Terrapuerto de Transportes Molina”.
Eso de llamar a las cosas por su nombre… comienza a molestarme un poquito, pero tengo que acostumbrarme a este extraño país. Un país que me recibió con los brazos abiertos en el Aero-puerto de Lima con un enorme rótulo –más elegante que la gigantografía- que decía… “Bienvenidos al Aeropuerto Internacional Jorge Chaves”. Pensándolo bien, ahora entiendo mejor lo de Terra-puerto porque si “aero” significa aire, el destino de un autobús que llega por tierra… tiene que ser, irremediablemente un Terrapuerto.
Retrocedo en el supermercado hacia la panadería y con movimientos rápidos y precisos, tomo dos piezas de pan chapata que una joven señorita de rasgos amazónicos pesa y etiqueta muy amablemente. Recalco lo de joven, porque en este extraño país, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) el cincuenta por ciento, es decir, la mitad de los treinta y muchos millones de peruanos, tienen menos de veinticinco años.
Ahora entiendo la aparición de hordas de quinceañeros y quinceañeras quienes, los sábados en la tarde, colapsan aceras, escaleras automáticas y karaokes, pasillos y ascensores de todos los centros comerciales. Y los días laborables, te impiden tomar asiento en minibuses y combis.
Con la cesta de mano a medio llenar, tomo dirección a la charcutería en busca de un blíster de jamón de pavo, pero al pasar de nuevo frente a la sección de bebidas espirituosas, decido que hoy, en vez de pisco sour, me tomaré un pisco chilcano. Esta decisión me obliga a tomar una botella de refresco de soda y no olvidarme de comprar un puñado de limoncitos que son… todo zumo. ¿Hielo?, no necesito, tengo suficiente.
Finalizo la caótica compra pero… me queda lo peor: Pasar por caja. Un lugar donde todo es lento. La señorita “cajera” luce rasgos serranos, quizás sea huancaína o jaujina, -natural, ni más ni menos que de la ciudad de Jauja- y se muestra tranquila. La máquina registradora, cachazuda. La señora que está siendo atendida es calmosa. Comienzo a cabrearme. Entonces pienso en el Terrapuerto y en las señoritas que atienden a los pasajeros en los largos viajes, ¿Cómo crees que se llaman? Pues…nada de aza-terras no. Se las denomina terramozas. ¿Y las azafatas de nuestros aviones?... aeromozas.
Siento cómo una sonrisa se dibuja en mi rostro al escuchar por los altavoces, aquí llamados parlantes, la canción “Solo pienso en ti” de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y mi amigo Guzmán. Así, feliz, pienso en mi próximo destino: Cusco y no Cuzco como decimos algunos. Un viaje de mil cien kilómetros -un poco más de la distancia que une Cádiz y Barcelona, pero atravesando los Andes- a bordo de un crucero suite. "Qu'est-ce que c'est?" Es un autobús con todo incluido… cena, desayuno, bingo y películas… para suavizar un trayecto de ¡veintiuna horas! Si compras billete en clase VIP, te costará unos sesenta euros, y dice la publicidad, que duermes en asientos de ciento sesenta grados de inclinación, pero… ese viajecito será otra historia.
- Miguel Gilaranz es corresponsal en Perú de ElMundoFinanciero.com