Fernando Maura
EL MOMENTO DE CREER EN EUROPA
Por Fernando Maura, eurodiputado por UPyD
Fernando Maura | Martes 21 de octubre de 2014
La semana que se ha abierto el 7 de julio, propicia para sobresaltos de encierros sanfermineros o de resultados insólitos en la Copa del Mundo de fútbol, ha estado en el Parlamento Europeo dictada por las comparecencias de Jean-Claude Juncker ante los grupos parlamentarios para promocionar su candidatura -resuelta de manera positiva- a la presidencia de la Comisión Europea. Se dice que Europa es una entidad distante y opaca respecto de las preocupaciones de los ciudadanos. Y quizás resulte complicada de entender, a fuerza de tratados y complejos acuerdos de última hora que han diseñado una Unión tan laberíntica como lo son los edificios y los pasillos de sus sedes en Bruselas y Estrasburgo. Pero esa dificultad no cabría extenderla al funcionamiento del Parlamento. Basada quizás en la inmediatez de los Comunes británicos y en el Congreso de los Estados Unidos, aquí los candidatos se someten a las preguntas de los parlamentarios sin aviso previo de las cuestiones a plantear, lo que pone en evidencia las debilidades y fortalezas de los aspirantes.
Por las salas de reuniones de Bruselas han pasado ya dos candidatos: Martin Schulz y Jean-Claude Juncker. Sus discursos se han parecido bastante, tanto que -a decir de un alto representante del grupo liberal- la única diferencia es saber cual de ellos va a la iglesia los domingos.
Lo cierto es que los dos son políticos de raza. De los que llevan tiempo en el oficio y no se andan con paños calientes ni promesas que no puedan cumplir. Saben que de eso depende su futuro y saben que están controlados por el fuego cruzado del Parlamento y de los gobiernos. Y saben también que no eligen -al menos este último- a su Comisión, que en muchos casos le viene impuesta por los ejecutivos nacionales,
Jean-Claude Juncker, ese político al que un lamentable Nigel Farage -líder del partido independiente para el Reino Unido que ganaba las elecciones europeas en su país- llamaba "borracho" y adicto a la cafeína, no es un hombre simpático, pero tampoco desea producir esa impresión en sus oyentes. Resulta a veces despectivo y categórico. No acepta que le den lecciones en cuanto al asunto de los paraísos fiscales, pese a que fuera primer ministro de Luxemburgo durante muchos años -quizás precisamente por eso-; no ofreció muchas precisiones en una buena parte de los asuntos que le fueron presentados aunque estableció compromisos en otros, como fue el caso de la energía. Y es que Europa no puede vivir acosada por el permanente chantaje de una Rusia que ha vuelto por donde solía y debe establecer estrategias que nos conduzcan a la garantía del abastecimiento energético por otras vías que no sean las que dependan del gran país del este.
El diputado independentista y republicano, Terricabras, quiso que Juncker le dijera que cabía una Cataluña separada de España en la Unión. Juncker lo despachó asegurando que esas cosas no se obtienen con una carta y que el asunto depende de España, no de la Unión Europea.
Es verdad que estas cosas no se resuelven con una carta, pero no estoy del todo de acuerdo con el ya flamante presidente de la Comisión. Insisto, no por lo de la carta, que es expresión atinada donde las haya. Sino porque la integridad territorial de los Estados miembros no es una cuestión que pertenezca solo al derecho interno de los países, como aseguran con tanta facilidad unos y otros dirigentes europeos para sacudirse el asunto como quien se quita una mota de polvo de la hombrera de su chaqueta. Es una cuestión europea y consiste precisamente en evitar que se eleven las fronteras allá donde los europeistas pretendemos abolirlas. En este sentido, los nacionalismos que tensionan España, son tan populistas como los miembros del Frente Nacional francés o el partido holandés de Geert Wilders. La diferencia es que dicen creer en Europa, pero la quieren fragmentada y dividida. Y yo afirmo que no son europeos, por lo mismo que no son españoles. No es muy español pretender la desunión de nuestro país, como no es europeo afirmar una Europa segregada en tantos países como regiones existen en ella.
Se trata de un trabajo difícil que tropieza con la labor de lobby que los nacionalistas (anti)españoles han hecho en los distritos grupos parlamentarios en que han tomado parte y en su actividad como autores de iniciativas diversas. Además que Europa es una miscelánea de naciones y regiones respecto de las cuales resulta difícil ponerse de acuerdo. La tendencia a considerar este asunto como de solución interna puede resultar cómoda para quienes así lo consideran, pero tampoco es consecuentemente europeista.
Pero deberemos insistir. Y el principio es bastante simple, aunque no menos cierto: construir una Europa sin fronteras, no levantarlas. Estoy convencido de que esta Europa que estamos construyendo con esfuerzo entre la indiferencia de muchos y contra la enemiga de tantos otros, será consciente al final del problema que supone no aceptar la integridad territorial de los Estados miembros. Nosotros, desde UPyD, conseguimos que esa idea entrara en el grupo que une a liberales y demócratas -ALDE. Y seguiremos por ese camino.