Análisis y Opinión

Dos Apóstoles para la izquierda

Pedro y Pablo, los nuevos apóstoles de la izquierda, que prometen sacarnos del colapso político y económico en el que nos encontramos.

PEDRO Y PABLO, LOS NUEVOS APÓSTOLES DE LA IZQUIERDA

Por Abel Cádiz

Martes 21 de octubre de 2014
Propongo una analogía a modo de metáfora sobre la pugna electoral que va a librarse en la izquierda española. Hace 2000 años el cristianismo vivió un pulso entre los apóstoles Pedro y Pablo. Lo ganó Pablo convenciendo a Pedro de la inconveniencia de la circuncisión obligada. Como consecuencia el cristianismo salió del ámbito restringido del judaísmo para convertir a los gentiles. Ahora, dos líderes llamados Pedro y Pablo confrontarán por una ideología que, desde el siglo XIX ha sido considerada como una religión sustitutiva. Sin embargo, el primero representa a una izquierda que rehusó la vía revolucionaria y por ello ha alternado el poder político en la Europa libre desde hace más de medio siglo. Pedro Sánchez se ha ejercitado como apóstol con éxito como prueba su triunfo en el seno de un partido con historia y peso en España. En cambio Pablo Iglesias acumula más experiencia de apostolado y, además, su prédica puede tener bellos contenidos utópicos que a su rival le será difícil formular.


Si aceptamos que la transición concluyó cuando Felipe González fue elegido Presidente en 1982, desde entonces los socialistas han gobernado 22 años, el doble que el Partido Popular. Uno de sus más relevantes izquierdistas de entonces, Alfonso Guerra, aventuró que a España no la conocería ni la madre que la parió tras pasar por el socialismo. Es un hecho que la transformación ha sido inmensa pero no es menos cierto que la democracia se ha degradado seriamente, con unos partidos oligárquicos con muchos representantes mediocres y poco ejemplares.

Los defectos acumulados por el sistema son tolerados por la ciudadanía, que tiende siempre a la pasividad cuando las condiciones de vida son soportables y, en años de crecimiento el cabreo colectivo no alcanzó las cuotas graves de ahora, es decir, porcentajes superiores a seis dígitos en términos de votos de rechazo al duopolio PP-PSOE. Y eso es lo que ahora se ha producido. Pablo supo verlo con anticipación, cuando los partidos instalados en el sistema, a los que identificó con una palabra eficaz (la casta) ni siquiera lo vislumbraron. De ahí su éxito inesperado y la confusión creada, hasta el punto de que hasta Rajoy le ha hecho propaganda en la Escuela de Verano del PP.

La analogía se extingue aquí. En nuestro análisis actual, Pedro podrá ganar la batalla a Pablo si se esmera debidamente y construye un discurso con hondura en lugar de acudir a la vulgar dialéctica que hemos sufrido hasta ahora. En verdad tiene materia para ello en el campo de las ideas, porque en una crisis como la que sufre España el debate fundamental es cómo gestionar un modelo económico eficiente desde dos enfoques en contraposición, frente a los que no han existido alternativas validadas: Un enfoque se basaría en apostar por más libertad, por reconocer e incentivar el mérito, por la confianza en la iniciativa individual, por el fomento del espíritu emprendedor como motor de progreso, es decir, principios liberales a los que hay que imprimir mayor equidad social. El otro por incrementar el intervencionismo, restringir la libertad económica, reconducir las iniciativas individuales y desarrollar más instrumentos de control desde la pretensión de que nadie se desmande en una sociedad que se está mostrando incapaz de atajar, con la contundencia necesaria, a los delincuentes de la economía financiera cuyos excesos pueden herir de muerte al capitalismo.

El socialismo democrático, del que el PSOE ha sido genuino representante, ha dado prueba de saber buscar y encontrar equilibrios sutiles y eficaces. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de combinar la creación de riqueza con mecanismos de distribución que se perciban como justos; de medir bien los recursos y saber priorizar los capítulos sensibles para amortiguar los desajustes inevitables a los que tienden los miembros de la sociedad. Felipe González al menos se esforzó por lograrlo y ganó cuatro elecciones generales si bien Zapatero, ocho años después marco un hito de ineficacia difícilmente igualable, sobre todo porque destruyó ciertas creencias arraigadas: el común de la gente pensaba que a Ministros llegaban los mejores y eso inspiraba confianza. Zapatero quiso probar que podían darse responsabilidades a alguien que no hubiera demostrado previamente ningún mérito para ejercerlas y se recreó en hacerlo reiteradamente y, finalmente, para rizar el rizo negó la crisis.

Pues bien, un completo análisis de lo que ha sucedido electoralmente en las elecciones europeas firmado por el Director de SIGMA DOS, ha diseccionado el comportamiento de los electores. Sostiene que la mitad de los votantes del PP se ha quedado en casa, lo que debería inquietar a Rajoy, cuya actitud manifestó un menosprecio a muchos de sus votantes, seguramente sin pretenderlo, pero que éstos percibieron como tal. Nunca se había mostrado antes de forma tan palpable que lo que esperan los partidos es un voto mecánico a la sigla. (recuérdese la forma y el momento de dar a conocer a su candidato). Sostiene el estudio igualmente que cuatro votantes socialistas de cada diez se han abstenido y cabe una explicación por el discurso carente de ideas, de contenidos, de conceptos, que manejó la candidata de Rubalcaba. Se abrieron, no obstante, agujeros reales por el que se fueron conscientemente hacia otras candidaturas en torno a un 20% de votos del bipartidismo y aquí es donde el efecto Pablo Iglesias ha adquirido relevancia notable. Pero la transversalidad de Podemos aúna diversos efectos, uno de ellos importante es el de la solidaridad del cabreo y puede permanecer si la crisis se alarga, pero otros pueden ser fugaces cuando en su actividad política real deba complementar un discurso meramente critico con un discurso de propuestas sensatas. Con la reacción del PSOE es evidente que al atractivo de Pablo Iglesias puede anteponer ahora el atractivo de Pedro Sánchez. Por tanto la diferencia va a dirimirse según la visión del modelo de sociedad que nos transmitan.