DIMITE DE SUS CARGOS POLÍTICOS
Por Abel Cádiz
Martes 21 de octubre de 2014
En la cultura de la empresa moderna se considera que el liderazgo debe sustentarse en el binomio MISIÓN-VISIÓN. El primer concepto desarrolla la idea de que quien lidera un proyecto tiene profundamente interiorizado su sentido y su alcance; se sabe portador de una misión que guía sus actuaciones sin decaer en el propósito que le anima ni desviarse del objetivo trazado. Siendo importante este principio, el dirigente que busca la excelencia perdería la orientación que inspira su misión si le falta el complemento indispensable del segundo de los conceptos: VISIÓN, entendida como poderoso instinto para elevar la mirada con una perspectiva temporal que permita ver el resultado último de lo que se propone hacer, y saber que ese resultado que él visualiza mucho antes, habrá transformado de forma positiva la realidad con la que se encontró al asumir el cargo.
Alberto Ruiz-Gallardón desarrolló con eficacia su etapa como Presidente de la Comunidad de Madrid y, luego, al ser elegido Alcalde fue capaz de proyectar con nitidez ante los madrileños que se imbuía de su nueva MISIÓN y lograba efectos transformadores de la capital que estaban en su VISIÓN. Así lo percibieron los electores para renovarle la confianza. “Haz lo que debas aunque debas lo que hagas”. Ese fue un principio orientador que guió su mandato pues generó una deuda millonaria pero invirtió con acierto en algo esencial para el futuro. Los usuarios de la calle 30 visualizan ahora, pasado ya mucho tiempo, que utilizan con mejora en su calidad de vida los excelentes trazados bajo el suelo de Madrid y los extraordinarios espacios creados en su superficie.
Con tan buen bagaje Ruiz-Gallardón accedió a una cartera ministerial, un escalón importante, dada su juventud política, para alimentar sus sueños de poder. Pero he aquí que en ese cargo su VISIÓN ha sido borrosa, tal vez por caer en Ministerio al que previamente perteneció como fiscal por oposición. La percepción ciudadana, en su conjunto, es que la justicia es un total desastre, un desastre intocable en tanto es un poder tangible más potente, para alterar la vida de un ciudadano, que cualquier otro poder. Un juez, en efecto, puede hacer dormir en la cárcel y dejar en ella por un tiempo indeterminado a un imputado por ciertos delitos, lo que no puede hacer el Presidente del Gobierno. Y sobran los ejemplos.
Paralelamente y simultáneamente un juez puede poner en libertad a delincuentes detenidos in-fraganti; puede equivocarse clamorosamente sin que tenga sanción proporcional por su error, puede demora sine die causas que son decisivas para las personas afectadas. Basta leer cualquier día la prensa y reparar en algunas sentencias que se publican. Aquí encontraremos una en la que se dicta la absolución o la condena por actos que se produjeron seis años atrás. Allá vimos que un notable estafador de cientos de millones, es dejado en libertad pagando una fianza mínima. Otra nos muestra una disputa entre tribunales que permite escapar a docenas de narcos. “La justicia es un cachondeo” fue frase lapidaria y antigua de Pacheco, alcalde de Jerez y líder andalucista. El mismo deslenguado inoportuno recibe ahora una condena de más de cinco años de cárcel por delitos cometidos muchos años atrás. Algunos apuntan como consuelo que la justicia siempre llega, pero la pregunta es si es buena justicia cuando llega tantos años después.
Me he preguntado si se atrevería Alberto Ruiz-Gallardón a auditar lo que hay en los Juzgados paralizado; a visualizar los pasillos y oficinas de los Juzgados donde los legajos se acumulan en un aparente desorden que no deja indiferente a quien pase por una dependencia cualquiera de la justicia española; a inventariar las imputaciones por estafas mercantiles, saqueos de empresas, delitos societarios que duermen desde hace años esperando el final de una Instrucción inacabable; alguien podría preocuparse de rectificar el que en los Juzgados no se asuman competencias de Jefatura de Personal por Jueces o Secretarías, dejando al albedrío de los funcionarios la puntualidad y dedicación, con lo que ello implica de injusto para los que si son cumplidores.
Si la respuesta de Alberto Ruiz- Gallardón hubiera sido positiva no tendría porque haber atendido las voces que le pedían dimitir ante la retirada impuesta para su proyecto de Ley del Aborto, una retirada conveniente por más que chirríe la que inoportuna e innecesariamente promulgó el Presidente Zapatero. En todo caso debemos entender que ha dimitido por falta de VISIÓN para aplicarse con renovado ímpetu en lo que queda de legislatura a mejorar la situación de la justicia española que está, en la percepción de muchos lindando con fronteras tercermundistas. O acaso su dimisión se deba también a que abordar como misión el problema de la justicia española y tratar de resolverlo es inabordable por falta de voluntad política.