¿QUÉ HACER CON LAS PUERTAS GIRATORIAS?
· Por Abel Cádiz
Abél Cádiz | Sábado 20 de febrero de 2016
En los últimos tiempos no pocos columnistas y tertulianos han mencionado el IBEX como un súper poder capaz de influir de forma notoria en la política española. El primero que tuvo la ocurrencia pretendió llevar al ánimo de las gentes, antes del 20D, que la irrupción de Ciudadanos con su creciente expectativa electoral estaba impulsada por “los del Ibex”. La idea fue repetida por algunos interesados pero, después no han sido pocos los que han vuelto a este argumento que no es sino una boutade, pues cualquiera que conozca o se preocupe en analizar la composición de las 35 empresas del IBEX (que es una mera selección de concurrentes en la Bolsa y no siempre fijos) repararía en que el proceso de toma de decisiones en empresas de tales características es incompatible con la conformación de una posición consensuada para adoptar una postura política y, menos aún, para explicitarla ante la opinión pública.
Veamos por qué:
Una de las críticas que han tomado cuerpo en el discurso populista viene de la integración en los Consejos de Administración de políticos de los dos grandes partidos (las llamadas puertas giratorias). Sería fácil determinar el peso que tienen el PP o PSOE en los treinta y cinco consejos de administración. Pero resultaría poco edificante para la moral ciudadana explicar por qué un Ministro o Ministra que lo fue hace años recibe, por ejemplo, unas cifras promedio de 300.000 euros anuales por pertenecer al Consejo de un gran Banco. Si el hecho no se circunscribe a un solo partido, sino que de tal privilegio gozan tantos consejeros de distinto color ideológico con qué rigor hablan quienes achacan al IBEX “operación Soraya” o de “inventarse C´s” o impulsar “el gran tripartito”.
Para influir en el poder político o se tiene la legitimidad que proporciona un sistema electoral democrático o se ha alcanzado alto grado de representatividad en la Sociedad Civil adquiriendo autoridad moral. Pues bien, en el IBEX hay en torno a 924 miembros con capacidad directiva, y si algo les caracteriza, y les une, es que desde hace unos años se ha extendido entre ellos un blindaje millonario con indemnizaciones, cuando cesan, de dos anualidades. Y eso cuando atienden las recomendaciones limitativas de Bruselas o de la Comisión Nacional del Mercado de Valores que aconsejan no pasar de esas dos anualidades millonarias. Sépase al respecto que varias empresas de nuestro IBEX desoyen, digamos el prudente consejo, y han aumentado el límite.
Si los escándalos de corrupción han arruinado la credibilidad de los políticos, haciendo detestable lo que fue en otra hora una vocación de servicio ¿Qué cabe decir de tanto personaje que, incluso dejando a sus empresas en situaciones delicadas, han percibido indemnizaciones millonarias y se han auto otorgado finiquitos de seis dígitos? ¿Qué autoridad moral han conquistado? ¿Qué discurso de tal colectivo influye en nuestra percepción de esta realidad? Son tres preguntas con respuestas desoladoras.
Es difícil encontrar liderazgos en el ámbito del IBEX con un bagaje cultural y moral del que irradie discurso capaz de movilizar sentimientos y emociones en momentos difíciles o de general desconcierto. Es inaudito que puedan realizarse hoy en España proclamas políticas tan demagógicas que constituyen una burda estafa moral para quienes, desde la desesperanza que les ha producido la crisis, se inclinan a creerlas. Y máxime cuando los emisores de esas proclamas hunden su raíz ideológica en el mundo auto-descompuesto nacido de una revolución de hace cien años.
Tal parece que desde que cayó el muro de Berlín, dejando al descubierto la penuria económica y la descomposición social y cultural del sistema comunista, el capitalismo se embriagó de auto-complacencia y no supo calibrar los dos peligros que amenazan su modelo: del primero no es culpable, pues fue una derivada de la globalización ante el inmenso contingente de trabajadores esclavizados por regímenes fracasados (imperios comunistas que alcanzan una población de 1.500 millones). Allí se ha concentrado toda la industria planetaria de mano de obra intensiva, lo que ha destruido más de 30 millones de empleos en Europa. El segundo peligro ha germinado en el propio seno de la sociedad capitalista al ir cambiando su rostro humano, creador de la Sociedad del Bienestar, por un modelo con actuaciones de codicia desenfrenada. Hace unas décadas no era concebible que, en una misma empresa, un alto directivo tuviera una retribución de hasta 400 veces más que el trabajador base de su plantilla. Si se busca en el IBEX encontrarán varios ejemplos. Y más grave aún es la repetición da casos fragantes de saqueos millonarios, ante los cuales una Justicia a seis años de plazo produce tanta indignación como la que hoy alberga el cuerpo social.
Por último, desde el punto de vista de creación de empleo, el IBEX da ocupación a poco más de uno de cada diez trabajadores, con la infeliz circunstancia de que en los últimos años ha descendido en su empleabilidad. Aquí y ahora, los auténticos creadores de empleo son PYMES. Incluso los sufridos Autónomos, si les fueran bien las cosas en términos de facilitarles crédito, generarían más empleo que el IBEX. Hay en España casos admirables de emprendedores que han conseguido levantar empresas modélicas y creado empleo digno (Roig es un ejemplo tan notorio que justifica su mención –única que se hace- en este análisis-). Sin duda hay otros ejemplos relevantes en la empresa familiar, pero lo cierto y difícilmente refutable es que la mención al IBEX como un supra-poder en la política actual es una afirmación solo explicable en el pandemónium mediocrático al que nos ha llevado la situación que vivimos. Lo más triste de todo es que, a estas alturas, nuevos políticos formados en nuestras Universidades pretendan una regresión al oscuro mundo que marcó el siglo XX en vez de profundizar en la potencialidad de la iniciativa emprendedora para crear riqueza, dentro de una economía libre que admite políticas redistributivas guiadas por la equidad.