Análisis y Opinión

El docente “evaluado”

Luis Sánchez de Movellán

¿ECONOMÍA DESCOMPUESTA?

· Por Luis Sánchez de Movellán, Doctor en Derecho, profesor y escritor

Luis Sánchez de Movellán | Jueves 19 de mayo de 2016
En el ensayo Empire of Illusion: The End of Literacy and the Triumph of Spectacle, el periodista y escritor norteamericano, Christopher Lynn Hedges, nos describe una sociedad estadounidense que, en plena revolución tecnológica y en una crisis del capitalismo global financiero, recrea un conjunto de ilusiones espectaculares de las que todos los ciudadanos participan, consciente o inconscientemente. Con un estilo profundamente periodístico, el autor norteamericano desentraña como la democracia en los Estados Unidos constituye una “ilusión de igualdad y fraternidad”; los programas televisivos, una “ilusión de entretenimiento” y la industria del porno, una “ilusión de amor”.


Uno de los últimos capítulos del ensayo de referencia, se centra en la Universidad estadounidense como una institución en la que se produce una “ilusión de sabiduría”. Las esferas universitarias aparecen colonizadas por intereses privados y por trayectorias burocráticas que conducen a la promoción de un tipo muy especial de docente. La pretensión por adquirir un conocimiento instrumental, al servicio de una carrera exitosa o del mismo poder, se funde con el resto de los problemas de una sociedad que, pese a ser cultural y militarmente hegemónica, aparece en el ensayo en progresiva y acelerada descomposición.

Esta hegemonía cultural estadounidense se manifiesta con claridad en la Universidad española. Al margen del empobrecimiento inducido al que nuestra Universidad ha sido condenada por la vía de la troika ministerial (Hacienda-Economía-Educación), existen fenómenos muy preocupantes pero mucho más sutiles. Al penoso recalentamiento de la docencia, que ha llevado a que los profesores tengan cada vez más clases y más alumnos, se ha sumado hace un tiempo un nuevo castigo: los profesores e investigadores se ven sometidos compulsivamente a una evaluación cuantitativa constante que se concentra en la exigencia de una continua producción de artículos de “alto impacto”.

Este tipo de publicaciones se produce en un conjunto de revistas nacionales e internacionales que reciben un enorme volumen de artículos candidatos y que establecen condiciones, en ocasiones draconianas, para la aprobación de los “manuscritos”. Sin importar tanto, quizás, el hecho de que la mayoría formen parte de consorcios económico-editoriales, lo más grave es el conjunto de consecuencias que estas circunstancias tienen sobre la carrera docente: la publicación de estos artículos ocupa el primer lugar y todo lo demás se subordina a esta actividad capital. La docencia y las clases han de llegar a un mínimo para permanecer a tiempo completo en la institución, pero dicha permanencia y la promoción se aseguran fundamentalmente gracias a la publicación en los journals más importantes.

De la competición por los preciados espacios en las revistas indexadas, se deriva la configuración de un nuevo burócrata ilustrado, un nuevo hombre unidimensional muy alejado del intelectual clásico, juzgado ahora como romántico, bohemio, anticuado y poco pragmático, amado por sus alumnos y condenado al desempleo o a puestos temporales y paupérrimos. Los intereses de un profesorado y unos alumnos alienados por distintas razones están llamados a alejarse cada vez más, provocando un clima de frustración que desincentiva a los prometedores candidatos y ahoga a los profesionales en ejercicio.

Ojalá estas reflexiones queden algún día anticuadas y despreciadas por pesimistas, en una sociedad en la que estos problemas ya no existan y los profesores de Universidad vuelvan a participar en la vida intelectual que toda sociedad cívica y avanzada requiere, dejando de lado el papel de burócratas ilustrados al que han sido arrojados por todas esas Agencias Policíacas de Evaluación.