Parecería que en 71 años ninguno de los miembros de las Naciones Unidas ha violado “repetidamente” los Principios de la Carta. Hasta ahora, la única expulsión conocida es la República de Yugoslavia y no precisamente por violación “repetidamente”.
La Asamblea General votó por abrumadora mayoría a favor de la propuesta del Consejo de Seguridad de retirar el escaño de la antigua república luego de su desintegración en varios Estados.
En la Declaración Universal de Derechos Humanos firmada en 1948, su Artículo 2 dice: “Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición”.
Sus treinta artículos son todo un poema.
Resulta que Arabia Saudita se abstuvo de firmar la Declaración. Dicen los que cuentan la historia que se opusieron a los artículos 16 y 18.
El primero se refería a los derechos a casarse sin restricción por motivos de raza, nacionalidad, religión y fundar una familia y el segundo a la libertad de conciencia y religión que incluye la libertad a cambiar de religión.
Por supuesto, ambos inaceptables para el régimen de Arabia Saudita.
En la actualidad, desde el 2014, Arabia Saudita ha sido incorporada al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Dice el presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, “Naciones Unidas tiene un gran potencial pero ahora es solo un club de gente para reunirse, hablar y pasárselo bien. ¡Qué triste!”.
¿Tendrá razón?