El uso de su influencia y poder para beneficiarse de las políticas públicas (tejiendo tupidas redes de corrupción y tráfico de influencias) demuestra que el pujante sistema económico “postcapitalista” de corte neofeudal es una poderosa máquina diseñada para realizar un expolio a gran escala con absoluta impunidad y así contribuir a exprimir al 99% en beneficio de un 1% conformado por una élite parasitaria, con vocación de dominio eterno.
Los ‘tax havens’ o paraísos fiscales son un auténtico cáncer que contribuye a acentuar una crisis de desigualdad extrema que amenaza con convertirse en estructural. En el caso de España, la Hacienda Pública deja de ingresar una cantidad aproximada de 1.550 millones de euros como resultado de actividades canalizadas a través de los 15 paraísos fiscales más voraces de los que se tiene noticia fehaciente. Para que nuestros lectores se hagan una idea clara, la mencionada cantidad equivale al 58% del déficit que alcanzará el fondo estatal de reserva de las pensiones en 2017.
Quien firma este artículo tiende a pensar que son pocos los ciudadanos que aún permanecen sumidos en la ignorancia de lo que se nos viene encima: sobre las cenizas aún calientes del estado del bienestar y con inusitado descaro, se está construyendo un modelo de competitividad empresarial cuya misión es asegurar el crecimiento económico a corto plazo y promover una carrera a la baja en todo lo concerniente a fiscalidad empresarial y condiciones salariales. Como prueba palpable y ejemplo gráfico, tomemos como referencia a la América que habla español, en la que una familia multimillonaria latinoamericana ingresa 1.154 veces lo que un hogar del 20% más pobre. Por si no fuese bastante para indignar a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad, ahí va otra cifra tan demoledora como espeluznante: en 2015 siete millones de personas cayeron en las garras de la pobreza y cinco millones pasaron a engrosar las filas de la indigencia en Latinoamérica.
Por su parte, España ve como su modelo económico evidencia un doble problema. Por un lado, se origina una alta desigualdad de mercado sobre todo por la fragilidad del empleo y la caída salarial y por el otro, el sistema fiscal se demuestra tan regresivo como incapaz de garantizar la redistribución. Entre 2008 y 2014, los salarios más bajos cayeron un 28% mientras que en 2015 los emolumentos percibidos por el ejecutivo con el salario más elevado multiplicaban por 96 la del perfil estándar del trabajador en las empresas del Ibex 35. España es también uno de los países europeos donde el sistema fiscal contribuye menos a la reducción de la desigualdad, ocupando el quinto peor puesto del ranking de Europa debido a que las familias soportan el 84% de la recaudación tributaria frente al 13% de las empresas.
Ha llegado la hora pasar página y poner punto final a la crónica de un modelo económico excluyente que cercena todo vestigio de estabilidad social y, por extensión, el desarrollo colectivo e individual. Su capacidad de generar dolor y frustración para la mayoría está llevando a los monstruos de la sinrazón populista a triunfar en el actual escenario político global. Con urgencia, debe implementarse una estrategia global encaminada a presionar a Gobiernos y grandes corporaciones empresariales para que den un giro de timón y cambien el rumbo de los acontecimientos para que la economía se ponga al servicio de las personas. Cortar de raíz la espiral de esclavitud y dependencia de la economía exige impulsar mecanismos de cooperación que impidan la competencia desleal entre países pertenecientes a la misma órbita cultural y económica, establecer por ley una política fiscalidad justa como pilar básico de una economía humana.
En su reciente informe, Oxfam Intermon realiza un llamamiento a las élites económicas para que desempeñen un papel fundamental en la creación de una economía más humana. Para poner fin a la concentración obscena y extrema de riqueza, suprimir las barreras que limitan el progreso económico y social de las mujeres y la igualdad de oportunidades en materia derechos fundamentales es imprescindible que los responsables políticos dejen de emplear el PIB como elemento de medición del progreso y hagan uso de indicadores fiables que no reflejen el beneficio de una privilegiada minoría sino del conjunto de la ciudadanía que habita la aldea global en la que vivimos. El lema del encuentro que se está celebrando en Davos es "Liderazgo Responsable y Receptivo". ¿Entienden las élites allí reunidas que ese estilo de liderazgo implica crear una escuela de verdaderos líderes (honrados a carta cabal, empáticos, asertivos y conscientes) que impulsen una economía humana enfocada al bien común y a un desarrollo sostenible que salve al planeta de la debacle?