Esto junto con una sociedad francesa fragmentada, con tasas de desempleo crecientes desde la reforma laboral llevada a cabo por Macron en 2016, con un crecimiento económico del 0%, un progresivo desmantelamiento del estado social y una sociedad cada vez más desigual es terreno abonado a opciones que pudieran ser o parecer novedosas. El principal peligro al que se expone Francia es a que, ante una Presidencia ultraliberal que acentúe las desigualdades sociales, se deje el terreno abonado para una victoria contundente de la extrema derecha nacional de LePen en el año 2022. Entonces ya sí que no habrá marcha atrás.
Quizás no haya mucho más que decir en relación con las elecciones presidenciales. El voto republicano funcionara a la llamada de los líderes políticos. Toca comenzar la reconstrucción del desastre de cara a las elecciones legislativas del mes de junio de este año. Entonces veremos cómo la principal fuerza de la oposición será el Frente Nacional, seguida del partido republicano. Ambos conformaran la mayoría de la cámara ante la desunión de las fuerzas de izquierda que pueden continuar con su caída libre, y la falta de implantación territorial del En Marché. Esta situación, probablemente, dará lugar a la cohabitación entre Presidencia y Parlamento, algo que limita de manera sustantiva el margen de maniobra del Presidente de la República, ya que el Gobierno dejaría de ser una correa de transmisión de las políticas del Jefe del Estado. Esta situación no es nueva. Ya se dio en 1986, en 1993 y 1997. Para reducir las posibilidades de cohabitación se procedió a acortar el mandato presidencial de siete a cinco años, de tal modo que el ciclo electoral del ejecutivo y el legislativo fuera el mismo. Y así ha sido hasta ahora.
En definitiva, a pesar del suspiro de alivio que han dado tanto la Unión Europea, como los mercados financieros ante la más que probable victoria en segunda ronda del centrista Emmanuelle Macron, es conveniente no perder de vista la evolución política y social francesa de los próximos meses.