Lo decía Alvin Toffler: “el conflicto resultante de dos civilizaciones radicalmente diferentes podrían suscitar en los próximos años un derramamiento de sangre de la peor especie”.
En el mundo occidental enfrentar esos conflictos culturales se divide entre los que se adhieren a la negociación, las sanciones y la diplomacia y los que prefieren afilar las armas.
Por supuesto, en términos ideológicos tiene su diferencia. Para los que afilan las armas son de la derecha, fundamentalistas, conservadores, discriminadores que no aceptan la multiculturalidad. Para los que prefieren la negociación, el diálogo, las sanciones y la diplomacia son los de la izquierda, es decir los progresistas. Le llaman el Poder Blando.
En la actualidad, los actos terroristas incrementan el debate y se le agrega la definición de lo que es y de lo que no es.
Decía el ex presidente Barack Hussein Obama que “el Estado Islámico es una organización terrorista, pura y simplemente. Ninguna religión tolera la matanza a inocentes”.
David Cameron decía que el Estado Islámico no es islámico.
Se agrega el Papa Francisco al decir que “el Estado Islámico e un grupo extremista y fundamentalista y que la violencia que busca una justificación religiosa merece la más enérgica condena”.
Luego del reciente terrorismo en Londres, el alcalde de la ciudad, Sadiq Khan ha afirmado que el atentado no tiene nada que ver con el Islam. ¿Serán chinos? En algunos barrios de Londres existen tribunales que aplican la ley de la sharia, es decir la ley islámica. ¿Serán islámicos o serán chinos?
En medio de la polémica, la primer ministro Theresa May ha afirmado “enough is enough, hay demasiado tolerancia con el extremismo en éste país y las cosas tienen que cambiar de un modo fundamental. Lo primero es reconocer que los autores de los atentados están unidos por el terrorismo islámico. Hay que derrotar esa ideología incompatible con el Islam”. O sea, es terrorismo islámico pero no es el Islam.
¿Derrotar la ideología?