La comunidad internacional, aquella que también velaría por la integridad de nuestra nación, está encantada con los sucesos del día 1. Algunos están sorprendidos de cómo países como el Reino Unido o Bélgica, apoyan la secesión de Cataluña y no escatiman recursos en atacar a las fuerzas de seguridad del estado. Son los mismos que piden que la ONU investigue los derechos Humanos en España, y son los mismos que no atacan las sentencias de tribunales extranjeros como el de Estrasburgo, cosa que por otro lado, hacen muy bien. Para ser “primos” ya esta España, siempre dispuesta a ceder soberanía gratuitamente. Menudo papelon el que estamos haciendo, menudo ridículo fuera y dentro de nuestras fronteras.
Pero si no teníamos suficiente, en breve serán encarcelados 14 personas acusadas del grave delito de entrar en un nido de ratas en la capital, como es la librería “blanquerna”, afirmando que Cataluña es España y que catalanidad es hispanidad, mientras que un cuerpo armado, una policía autonómica formada por 16.000 hombres, se niegan a obedecer y restablecer el orden en Cataluña. Definitivamente, hemos perdido toda dignidad, todo honor y todo orgullo.
Lo de menos es si se votaba o no el día 1 de octubre, lo de menos era la estúpida butifarrada de unos cuantos aldeanos periféricos con el pelo cortado a hachazos, lo de menos era el soberano ridículo de votar en “tupper” de plástico traídos de casa y ya repletos de papeletas. Lo verdaderamente grave es el mensaje de debilidad y cobardía transmitidos, la sensación de abandono de todos aquellos catalanes que están siendo señalado y acusado de españolistas, lo peor es que a nadie parece importarle este país llamado España.
Queda un hilo de esperanza, las miles de personas que de manera espontanea llenaron las calles el pasado sábado día 30, y que pese al gobierno y los traidores, y que pese a los secesionistas y cobardes, no están dispuestos a permitir el robo, el espolio que supone el que nos quiten Cataluña sin ofrecer resistencia. Que nadie de al pueblo español por muerto o desaparecido, a pesar de la cobardía y la ignominia de su gobierno.