Análisis y Opinión

Alineamiento estratégico para legitimar la Unión Europea

Jesús V. Izquierdo, Chief Executive Leader de The Worldgate Group

9 DE MAYO, DÍA DE EUROPA

Por Jesús V. Izquierdo, Chief Executive Leader de The Worldgate Group

Redacción | Sábado 12 de mayo de 2018
Cuando el nueve de mayo de 1950, el entonces Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Robert Schuman, propuso una innovadora fórmula de cooperación política para Europa que hiciese impensable una guerra entre los países del continente tenía claro cómo llevar a cabo semejante proyecto. Su idea se basaba en poner en marcha una institución supranacional que gestionara la producción conjunta del carbón y del acero en el territorio. A lo largo de los más de 50 años de este proyecto, se han ido sumando diversos actores y también se ha ido volviendo más complejo el desarrollo del plan estratégico cuyas primeras piedras colocó Schuman. De este modo, se han manifestado graves problemas entre los países miembros basados en una llamativa heterogeneidad económica, de capital humano y cultural.

Esta crisis de identidad reside en que, a lo largo de los años, se han ido implantando acciones, desarrollando políticas… pero no se ha trabajado en la convergencia de los Estados miembros. Como ejemplo de este fracaso basta con echar una mirada a la cuestión de la extradición de Puigdemond a España por parte de Alemania. Es difícil comprender que una misma realidad tenga interpretaciones tan dispares en dos territorios que supuestamente están caminando hacia un mismo destino.

Es obvio que no existe una receta mágica para que un proyecto tenga éxito, pero muchos líderes empresariales coinciden en señalar que el alineamiento estratégico es clave. Y, precisamente, en este punto es el que ha Unión Europea ha fracasado.

Un proceso previo de alineamiento estratégico hubiera podido diagnosticar el fuerte desnivel competencial entre Estados. Las competencias de cada país miembro no son coherentes entre sí y difícilmente equiparables. En el diseño de una Europa común no se tuvo en cuenta la gran distancia existente entre las realidades de los diferentes países. Y si hubo consciencia de esta disparidad, no se implantó medida alguna para mitigarla. Desde un punto de vista estrictamente económico, por ejemplo, está claro que en algunos países habrían de implantarse políticas monetarias diferentes, dado que la moneda única no funciona igual en todos los territorios.

Quizá lo más preocupante sea que no se están logrando soluciones eficientes desde los órganos de gestión de la UE para trabajar con los países miembros y lograr el cumplimiento de los objetivos a largo plazo. Como se recomienda en los entornos empresariales, es muy aconsejable comenzar, cuanto antes, a desarrollar una visión colectiva, profunda, impactante y de largo alcance, y compartida que suponga una misma comprensión del mundo por parte de todos los actores implicados.

Esto requiere un proceso de debate desde una triple perspectiva: en cuanto a la visión, un norte a 20-30 años vista que refleje un deseo aspiracional compartido de que se quiere ser, donde se quiere estar y que rol se quiere jugar como actor global; conceptual, un marco estratégico común en las grandes áreas (defensa, económico, político y social) sustentado por unos principios, premisas y valores europeos sin traicionar nuestras raíces pero renovados de cara a un futuro dinámico que ya está aquí; competencial, una ¿Europa de varias velocidades educativas? Europa necesita funcionar como un equipo de relevos de alto desempeño donde se coincida en un conjunto de capacidades y competencias estratégicas que se desarrollen a lo largo de un nuevo itinerario y sistema educativo para preparar al talento que tiene y tendrá que liderar la economía y política de la región. Además, se habrá de demandar que cada miembro apueste por el ego colectivo de la Unión y relegue su ego individual, nacional o patriótico a un segundo plano.

Son palabras o, mejor dicho, deseos mayores pero necesarios para afrontar con éxito la encrucijada en que Europa se encuentra, y, por último, pero no menos importante, dos ingredientes vitales para que la elite política europea pueda conversar, debatir y alinearse en estos temas: humildad y coraje. Con todo esto, se caminará hacia una verdadera sinergia gracias a la cual Europa, como una realidad política y social, alcanzará mayores cotas de legitimidad entre sus ciudadanos y así permitir una mejor y verdadera integración de los países en el proyecto común, de esta forma Europa si podrá jugar un rol como potencia económica, política, cultural y social en este nuevo mundo dinámico e inquietante.