La Constitución Española pudo ver la luz gracias a una serie de hitos históricos. Por un lado, la publicación de la Ley de Reforma Política 1/77 de 4 de enero que conduciría al proceso constituyente. La siguiente fecha para recordar es el 9 de abril de 1977, día en el que se produjo la legalización del Partido Comunista. Por último, la cesión por Don Juan de Borbón de los derechos dinásticos a su hijo Don Juan Carlos el 14 de mayo de 1977. Sin embargo, el verdadero punto de inflexión llegaría con la convocatoria de elecciones a las Cortes el 15 de junio de 1977.
Sería durante el discurso pronunciado por el Rey Don Juan Carlos el 13 de julio de 1977, fecha en la que se constituían las Cortes democráticas, donde se establecerían los pilares fundamentales de la Constitución. Para la creación del texto constitucional se contó con representantes de las fuerzas políticas del momento, la UCD estuvo representada por Herrero y Rodríguez de Miñón, Cisneros y Pérez Llorca. Peces Barba representaría al PSOE. Solé Tura participó en nombre del PCE. Fraga Iribarne lo haría en nombre de AP y por último, Miquel Roca participaría en el proceso constituyente en representación de la minoría nacionalista catalana. Todos ellos han estado muy presentes en el discurso del Rey y la Presidenta del Congreso, Ana Pastor.
La Ponencia, compuesta por los representantes mencionados anteriormente, tomaría el discurso de SM el Rey Juan Carlos para establecer los pilares constitucionales. Hoy me gustaría recordar algunos de esos fragmentos para destacar la importancia de esos valores constitucionales. El Estado democrático, el Estado de Derecho y la soberanía popular son pilares de la constitución del 78. En palabras del Rey Juan Carlos “las diferentes ideologías no son otra cosa que distintos modos de entender la paz, la justicia, la libertad y la realidad histórica de España. La diversidad que encarnan responde a un mismo ideal: el entendimiento y la comprensión de todos (…)” De aquí se derivarían los principales valores de nuestro ordenamiento jurídico: la libertad, la justicia y el pluralismo político.
En otro momento de su discurso el Rey Don Juan Carlos habló de una Constitución que “dé cabida a todas las peculiaridades de nuestros pueblos y que garantice sus derechos históricos actuales. El reconocimiento de la realidad de nuestras comunidades regionales” en clara alusión a lo que más tarde se constituiría como el Estado autonómico que tomaría su forma en el artículo 2 de la CE por el cual se establece que “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantica el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.”
El hecho de utilizar semánticamente el término de nacionalidades y no el de nación fue definida como una de las claves en la aprobación del texto constitucional. Sin embargo, lo que en ese momento logró alcanzar la aprobación de los padres de la Constitución y de la sociedad española parece que ahora es motivo de debate. Son muchos los que opinan que algunos puntos de la Constitución han quedado obsoletos a tenor de la nueva realidad de la sociedad española. Me gusta pensar en la sociedad española como un ser vivo que evoluciona de forma constante. Creo que estamos muy lejos del famoso fin de la historia de Francis Fukuyama. Sin embargo, el espíritu con el que nos enfrentemos a esos cambios será determinante para conseguir ese entendimiento tan deseado.
La sociedad está sometida a continuos cambios. Está claro que en muchas ocasiones primero aparece el cambio en la sociedad y después se procede a legislar para adaptarse a esos cambios. Si bien es cierto que la Constitución Española ha establecido los pilares fundamentales que han regido todas las parcelas de la sociedad española durante cuarenta años, no es malo fomentar el diálogo. A fin de cuentas, la propia Constitución establece en su artículo 1.2 que la “soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado” lo que defiende la participación de los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.
Para que dicha participación en el diálogo resulte fructífera es importante que todos sepan jugar respetando en todo momento las reglas del juego tales como respetar al otro y aprender a escuchar. Platón estableció los principios que debían regir un diálogo sincero: la disposición a escuchar y, con ella, la apertura a la posibilidad de modificar las posiciones de partida; el reconocimiento del otro como alguien que, además de decir lo que piensa, puede definir el campo de juego de su propia posición y la igualdad entre los interlocutores, sin la cual, no puede existir un diálogo. Yo añadiría otro elemento: el respeto a las leyes establecidas.
A pesar de reconocer que existen unos principios representados por nuestra Carta Magna que han permitido que nuestra nación obtenga el nivel de progreso que goza en la actualidad y que muchos de estos principios han perdurado durante el tiempo y siguen estando vigentes, no creo que exista un único sistema o modelo político al que todo Estado debe aspirar. Es bueno estar abierto al debate y a posibles modificaciones siempre que haya unanimidad y se hayan respetado las reglas del juego y las leyes, dando cabida a todas las opiniones si se expresan con respeto para de este modo continuar con el espíritu integrador de la CE del 78. A fin de cuentas la Constitución contempla en su Título X la posibilidad de su reforma.
SM el Rey Felipe VI en su discurso del 6 de diciembre ha reconocido que “la España de hoy es muy distinta a la España de aquel 6 de diciembre de 1978” Atendiendo a la existencia de estos cambios, ¿se puede conseguir un Estado perfecto? Personalmente, creo que es una utopía y que no existe un Estado perfecto ya que la sociedad está viva y van apareciendo nuevos retos. Sin embargo, creo firmemente que nuestra Carta Magna no corre peligro ya que “el sentimiento constitucional (…) está hondamente asentado en nuestras actitudes porque la Constitución es el alma viva de nuestra democracia” tal y como afirmó en su discurso en el Congreso SM el Rey Felipe VI. El hecho de hablar de utopía nos da la oportunidad de esforzarnos por conseguir algo mejor.
A modo de conclusión me gustaría utilizar un relato de Eduardo Galeano: “La utopía es como una señora que está frente a mí y que, en la medida en que me aproximo más cerca de ella, ella efectúa dos pasos hacia atrás. Entonces le pregunto: ¿Por qué siempre da dos pasos hacia atrás cuando me acerco a usted? Y ella me responde: para hacerte caminar.” De este modo la utopía es lo que nos hacer caminar hacia adelante siendo conscientes de que seguirán apareciendo nuevos retos a los que la sociedad española deberá de hacer frente siempre y cuando se respeten unas reglas de juego, tal y como se hizo durante el proceso constituyente. A fin de cuentas la sociedad española tuvo un papel protagonista en la aprobación de la Constitución y es importante que continúe involucrada ya que “tenemos el deber de pensar en el futuro” tal y como expresó SM el Rey Felipe VI en su discurso en conmemoración del cuarenta aniversario de la CE.