Lo que empezó con un brote de peste porcina en China en agosto de 2018 se ha convertido en una epidemia de incalculables consecuencias, que pueden provocar un aumento de precios en el sureste asiático y una oportunidad de negocio para otras zonas geográficas como la Unión Europea, Estados Unidos o Brasil.
El gigante asiático es el primer productor mundial de porcino con el 47,94% del total, seguido a gran distancia por la UE, con más del 13% y EE.UU. con el 10,61%. Dentro de la Unión destacan Alemania y España, con el 4,73 y el 4,04%, respectivamente, según cifras de 2018 elaboradas por la Comisión Europea y USDA. China posee una población en torno a 1.400 millones de personas y su sector porcino no le va a la zaga, con una producción de 54,15 millones de toneladas en 2018, y una cabaña ganadera de 428 millones de cerdos censados el pasado enero. Es asimismo, el tercer mayor consumidor per cápita de porcino.
La peste porcina africana, aunque es totalmente inofensiva para el ser humano, es una enfermedad hemorrágica altamente infecciosa (a través de las secreciones y excrementos) y muy virulenta con el cerdo, provocándole en la mayoría de los casos la muerte, ya que no existe vacuna, por lo que el aislamiento y el sacrificio del animal son las únicas alternativas.