Análisis y Opinión

China y sus retos en las islas del mar de China Meridional y mar de China Oriental

EXPANSIONISMO CHINO

· Por Santiago Castillo, periodista y director de www.asianortheast.com

Santiago Castillo | Domingo 02 de agosto de 2020

Mientras la COVID-19 sigue muy presente y condicionando la economía mundial, China no es ajena a sus nuevos retos que le salpican con las quejas de EEUU sobre su dominio en las aguas de las islas del mar de China Meridional y las protestas de Japón por las últimas incursionas chinas en las aguas del mar de China Oriental (Senkaku/Diaoyu) que Tokio consideras suyas. China arguye razones históricas para certificar que lo que hace en el mar de China Meridional es totalmente legal, pero, sin embargo, EEUU considera ilegal las reclamaciones chinas sobre la soberanía de estas aguas, una postura estadounidense más dura que en anteriores ocasiones al detallar en un comunicado el perímetro que considera fuera del control legítimo de Pekín, y que al mismo tiempo ha servido para aumentar la tensión entre las dos potencias mundiales con la guerra comercial, que unido al origen de donde nació la COVID-19, bautizado como el virus chino por Donald Trump o la polémica Ley de Seguridad de Hong Kong han convertido ese mar en un nuevo escenario de hostilidades que no van a ceder hasta después de las elecciones presidenciales de noviembre próximo y con el agravante de un Trump con dificultades para su reelección.



China ha insistido que los movimientos militares de Estados Unidos en las disputadas aguas del mar de China Meridional son "inútiles" y han alertado de que lo único que hacen es "poner en peligro a sus aliados". "Estados Unidos no es un país de la región y está haciendo ejercicios militares a gran escala en el mar de China Meridional, lejos de su territorio y al mismo tiempo que acusa a China de realizar maniobras militares al lado de su propia casa", decía el diario “South China Morning Post”.

Estados Unidos, que no participa en la disputa en la región, no reconoce las reclamaciones de China e insiste en la necesidad de mantener la "libertad de la navegación". Países como Filipinas, Brunéi, China, Malasia, Taiwán y Vietnam también reivindican la soberanía en algunas zonas del mar de China Meridional, por donde cada año pasan buques con mercancías por valor de 3,4 billones de dólares. Las recientes maniobras navales en la zona que tanto EEUU como China han desarrollado han contribuido a una nueva escalada de tensión militar y dialéctica que obviamente amenaza con desestabilizar el sudeste Asiático.

EEUU desplegó el pasado 4 de julio sus buques de guerra USS Ronald Reagan y USS Nimitz, o sea, una sorprendente exhibición de fuerza en el Día de la Independencia estadounidense, mientras China, por su parte, hizo maniobras entre el 1 y el 5 de julio con su nuevo equipamiento militar -destructores de misiles guiados Tipo 052D y fragatas de misiles Tipo 054A- en los mares del Sur de China, de China Oriental y Amarillo.

Las maniobras incluyeron las islas Paracel, disputadas con Vietnam, lo que provocó una nueva protesta diplomática de Hanói, que acusa a China de "violar su soberanía y afectar a la paz".

Además de Vietnam, Filipinas, Malasia, Taiwán y Brunei reclaman partes de este estratégico mar -por el que circula el 30 por ciento del comercio global y que alberga el 12 por ciento de los caladeros mundiales, así como yacimientos de petróleo y gas-, aunque China se atribuye la soberanía del 90 por ciento de esas aguas en base a "derechos históricos".

La escalada de tensión coincide con el cuarto aniversario del fallo del Tribunal de Arbitraje de La Haya, que el 12 de julio de 2016 atribuyó la titularidad de parte de las islas Spratly y del atolón de Scarborough a Filipinas, único país de la región que cuenta con un fallo internacional que avala su postura, aunque Pekín no lo reconoce y prosigue su expansión, aunque Manila haya pedido a Pekín que respete el derecho internacional la postura del presidente filipino, Rodrigo Duterte, ha sido catalogada de tibia tras orientar su política exterior hacia China a cambio de inversiones.

De hecho, China creó en su momento dos nuevos distritos dentro de la ciudad de Sansha, en la sureña provincia china de Hainan, que cubren territorios de las disputadas islas Spratly, el atolón de Scarborough y el archipiélago Paracel y de ahí que la comunidad internacional insista a Pekín que no lleve a lleve a cabo la construcción de islas artificiales en la zona para militarizarlas a continuación.

En cuanto a las islas del mar de China Oriental, el pasado 5 de julio Japón denunció la penetración en aguas de las islas Senkaku/Diaoyu, consideradas propias de Japón de dos buques de la Guardia Costera china que han permanecido en aguas niponas más de 39 horas, la incursión más larga desde 2012. Las islas Senkaku, bajo administración japonesa, también son reclamadas por China y Taiwán, las cuales están deshabitadas, pero contienen gran cantidad de reservas potenciales de petróleo y gas, de ahí su importancia.

Las relaciones bilaterales entre Japón y China, a pesar de estas escaramuzas, han mejorado en los últimos años hasta el punto de que se esperaba que el presidente de China, Xi Jinping, viajara a Japón en abril de este año para una visita de estado; una iniciativa cancelada debido a la pandemia del coronavirus. De hecho, ambos países normalizaron sus vínculos tras la visita en octubre de 2018 del primer ministro nipón, Shinzo Abe, a Pekín, aunque eso sí Tokio siempre desconfía desde hace tiempo del incremento presupuestario que el gigante asiático destina a Defensa.

El problema de las islas, llamadas Senkaku por Japón y Diaoyu por China se originó cuando en septiembre de 2012 el Gobierno nipón compró a un particular japonés tres de los islotes por 20,7 millones de euros, lo que originó violentas protestas en varias ciudades del país vecino contra intereses japoneses en China y afectó durante meses al comercio bilateral entre los dos países. El archipiélago, formado por cinco islas deshabitadas y tres rocas y de apenas 7 kilómetros cuadrados, podría albergar importantes reservas de hidrocarburos y de pesca.

Además, Japón, con el objetivo de vigilar las actividades marítimas de China, inauguró en 2016 una base militar en el mar de China Oriental, muy cerca de Taiwán y de las disputadas islas Senkaku. Es decir, una nueva unidad permanente, que se encuentra en isla de Yonaguni, la porción de tierra habitada más occidental del archipiélago nipón, cuenta con 160 miembros de las Fuerzas niponas de Autodefensa (Ejército), lo que supone que la nueva base se ubica a 150 kilómetros al sur de Senkaku.

China y Japón, la segunda y tercera economía mundial, tienen cada vez más interdependencia una de la otra. Por un lado, China necesita la tecnología japonesa y el valor añadido de una economía madura y, por otro, Japón requiere de un mercado chino ávido de consumismo y de una mano de obra con la que abaratar los productos japoneses y convertirlos en más competitivos, por lo que conflictos bélicos se antojan “imposibles”.

En el ámbito meramente económico, China y Japón, cuyos intercambios alcanzan la cifra de 265.000 millones de euros al año, firmaron diez importantes acuerdos sobre financiación, comercio, innovación y deporte.

La visita que hizo Abe a China fue calificada como un buen comienzo para la estabilidad de ambos países, pero queda aún por ver qué pasará en relación a las disputas en el mar de la China Meridional, el crecimiento de la Marina de guerra de China y los problemas derivados de la invasión japonesa de China y de la Segunda Guerra Mundial por Japón, además de la relación de Tokio con Corea del Norte y sin olvidar la actual situación en Taiwán.

Por otra parte, el Libro Blanco de Defensa Nacional 2015, el noveno desde 1998, ya rebelaba la estrategia china en pro de una defensa para disuadir las posibles amenazas y defender los intereses del país, dentro de un contexto mundial de grandes cambios que la propia China no debe frenar para su desarrollo, aunque en este caso se trata de un nuevo documento donde se pone a prueba la capacidad militar de la República Popular China. Un documento que puntualiza que “China no atacará a menos que sea atacado, pero sí contraatacará”.

En suma, ese “Libro blanco” sobre la estrategia militar china aclara que el “gigante asiático” trata de convertirse en una nueva potencia militar en aras de defender sus intereses marítimo en una definida apuesta por controlar sus aguas en sus disputas territoriales en el mar de China Meridional, en un momento en que EEUU ha pedido a Pekín el fin de la construcción de islas artificiales en las zonas en conflicto, pero que ratifica la posición estratégica de China en esa área. Y claro tampoco queda la margen el interés por las riquezas en las islas Senkaku.

Pekín, con el objetivo de consumar sus aspiraciones marítimas, comenzó la construcción de islas artificiales en islotes y atolones de las islas Spratly (llamadas Nansha por China), donde también ha levantado dos faros, pero que al mismo tiempo ha servido para que Vietnam y Filipinas denunciaran a finales de abril la presión china en los territorios en disputa en el mar de China Meridional, donde se han producido escaramuzas entre las embarcaciones de estos países.

Estados Unidos ha pedido en repetidas ocasiones el fin inmediato de la construcción de islas artificiales en zonas de disputa. Washington no quiere perder influencia en la zona del Pacífico y su inquietud radica en que Pekín con esta estrategia aumenta una mayor militarización y puede originar algún conato de conflicto entre los distintos países implicados. Una zona clave para el tráfico marítimo mundial, por donde pasan cerca de 50.000 barcos al año y 15 millones de barriles de petróleo diarios.

Estados Unidos tiene su propia estrategia de defensa para el siglo XXI, donde planea tener el 60 por ciento de su flota naval en el Pacífico para 2020-21, con nuevas inversiones y mayores capacidades, lo que también ha servido a China como argumento para “defender su territorio”, pero el objetivo de Washington radica en que no desea que el “gigante asiático” se convierta en el “amo” de la zona.

En definitiva, China a raíz de establecer su nueva Área de Identificación de Defensa Aérea (ADIZ) en el mar de China Oriental en 2013, ahora hará lo mismo en el mar de China Meridional que cubrirá el archipiélago Paracel o Paracelso y las islas Pratas (Dongsha, según Pekín), controladas por Taiwán y que Pekín reclama como parte de la provincia meridional de Cantón, además de las Spratly, o sea, territorios disputados con otros países de la región.

Las islas Spratly están disputadas por China, Taiwán, Malasia, Filipinas, Vietnam y Brunéi, mientras, las Paracel son reclamadas por China, Vietnam y Taiwán.

Mientras Donald Trump intenta su reelección para su segundo mandato presidencial en noviembre próximo, China ha sabido manejar muy bien la crisis del coronavirus para reivindicar sus demandas en las aguas de las islas del mar de China Meridional. Unas demandas que, por otro lado, no son nuevas.