Durante estos días, en los mentideros políticos, la situación del Gobierno de coalición PSOE-UP y lo que le acompaña daban para todo, Crisis de Gobierno o crisis ministerial. En el runrún, con los aditamentos habituales de rumores y filtraciones, se encontraban: Hechos sin fuentes que nadie creía, cuchicheos con apariencia de fews-news, algunas verdades (pre o post), y los bulos, noticias y noticiables que han ocupado los medios de comunicación. Entre ellas, porque dan una visión actual del Gobierno, apuntemos algunas, con el aditivo prudente y cursi de ‘supuesto’: Pendencias entre miembros de Unidas Podemos y PSOE (las de los vicepresidentes del gobierno merecen reseña). Tirrias entre ministros con damnificados (Marlaska y Robles, desde los ministerios de Interior y Defensa han llenado páginas, por ceses o dimisiones de militares de alto rango). Presentación de dimisión ante ‘mi persona y ‘su sanchidaz’, por hartazgo y algo más (“Escrivá presentó su dimisión porque está ante los mismísimos de Sánchez”, corrió en algún chat). Y la oferta mayúscula, no para erosionar la coalición de Gobierno, sino para quebrar la unidad de UP, dar al traste con el liderazgo de Iglesias y permitir la ascensión de la ministra de Trabajo Yolanda Díaz a responsabilidades distintas a la actual (en UP sin Iglesias, en el PSOE, o en los supuestos que han corrido por ondas, teléfonos y emails).
Además de rumores, la situación nacional: Pandemia, economía con quebranto social, pobreza y, lo peor: Falta de proyecto. Es cierto que la penuria ha venido de sopetón y arrinconado al gobierno. Por eso, en esta situación era posible, incluso útil, un cambio profundo del gobierno con consecuencias importantes. Sánchez, sólo, con coaligados (los actuales u otros), podría haber hecho una crisis de Gobierno. Para hacerlo, además de voluntad, debería tener un proyecto y la posibilidad de enjaretar un Ejecutivo capaz de enmendar los yerros que todo el mundo conoce. La crisis y lo que produce están ahí y frente a ellas y ante la UE no caben patrañas, los ‘aló presidente’ del pasado, ni las proclamas que salen de Moncloa y no escuchan ni los adeptos. Se necesita un proyecto de futuro viable, el que sea. Para tirar para adelante, por supuesto. Y para demostrar que el Gobierno de España no puede servir, como elemento de distracción, para satisfacer unos egos, enfermos, que lastran el presente de todos. Sea verdad o no, hay quien cree (acaso sean mayoría) que el gobierno Sánchez-Iglesias no busca el bien nacional, sino el suyo propio. Puede que, inmersos en la peripecia-vorágine personal de algunos de sus miembros, se entienda que con una crisis ministerial, como la decidida, con el corrimiento de Illa, el movimiento de Darias y el reacomodo de Iceta, se cancele la urgencia. Si es así, en la democracia que tenemos, no hay otra opción que esperar a que el pueblo ejerza su derecho de decisión en las urnas. Mientras tanto, más valdría otear el horizonte, para prever sinsabores y paliar desgracias.
Parece ser que vamos, estamos ya, abocados a una legislatura larga. La coalición PSOE-UP, al margen de todos y por el afán de supervivencia de sus miembros, de momento y por unos meses, no tiene otra opción que seguir como está. De momento, se ha prescindido de Illa, en una patada a seguir, que propicia continuidad para quien la da y difumina perspectivas: Una coz en toda regla, a nuestra sociedad y en nuestras propias posaderas.
Tras la crisis ministerial, cabe esperar que Sánchez, Iglesias y adláteres, sin perspectivas de futuro atractivas (no tienen preparación ni saben qué hacer) sigan a lo suyo. Pasado un tiempo, el calendario político nacional aún está por marcar, es de suponer que la necesidad nacional acucie, que las apetencias de los rectores nacionales (Gobierno y asociados) marquen prioridades ineludibles (para ellos, con sintonía con todos, o no), que aboquen al “cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que estos son apreciados”.
Pero, de momento, la crisis de Gobierno que algunos esperaban se ha convertido en la crisis ministerial que apunta la acepción 4 que marca el diccionario. O, lo que es lo mismo: Illa fuera, a Cataluña. Darias (sin vírgula en la ‘i’) al quite-desquite en el Ministerio-misterio de Sanidad. E Iceta, ¡ay Iceta!, bamboleado y bamboleando.