No era necesario usar la jornada de reflexión para ver qué hacer con los votos en las elecciones a la Comunidad de Madrid del 4-M. Con ellos decididos y vistas las encuestas, interesaba el resultado electoral. Por una parte, los ganadores; por otra, los no ganadores o perdedores. Como de los primeros se ocupan todos, cada uno como quiere, le interesa o puede, había que fijar la atención en los últimos. Sin mandarlos a empinar chiringas, de momento. Pero, atrevidos, entrando en el proceloso mundo de los ‘supuestos’, que aventuraban las encuestas y confirmarían las urnas al abrirse:
Descensos considerables de PSOE, Unidas-Podemos y Ciudadanos. Batacazo de Gabilondo, Iglesias y Bal, cada uno en su sitio y con sus huestes. Y bofetada amplia, monumental y ampliada, en los mofletes de los líderes nacionales a los que estas elecciones han mostrado la puerta de salida: Pedro Sánchez, como Secretario General del PSOE y presidente de un Gobierno de Coalición en un declive evidente que no admite, ya, el disimulo con las tretas y martingalas de quien usa y abusa del poder. Pablo Iglesias, prototipo de Podemos, formación que ilusionó en sus comienzos, hoy residuo pijo-progre anacrónico de lo que pudo ser útil e importante y no fue. E Inés Arrimadas, sustituta de Albert Rivera, continuadora y destructora del proyecto de los Ciudadanos gerundenses que se arredraron en la Generalitat de Cataluña, desestabilizaron el gobierno de Rajoy, malgastaron la financiación del lobby que les financió, y zascandilearon entre la socialdemocracia añeja del pasado y un liberalismo de nuevo cuño no entendido, ni explicado.
Al abrir las urnas, los resultados. A tener en cuenta con un 99,76 % escrutado: PP, 65 escaños. Más Madrid, 24, PSOE, 24. Vox, 13. Unidas Podemos, 10. Y Ciudadanos 0. Un PP, con 65 escaños y un apoyo superior a los 58 asientos conseguidos por la izquierda madrileña.
Como origen, las elecciones autonómicas madrileñas que decidió Díaz Ayuso ante la posibilidad del pacto PSOE-Unidas Podemos-Ciudadanos, visto en Murcia y Castilla y León. Comunismo-Socialismo, como amenaza de la izquierda, o Libertad para todos. Isabel Díaz Ayuso dio la iniciativa al pueblo y convocó elecciones. Al empezar la campaña, aparecieron unas sombras de fascismo preocupantes. Anunciadas en Vox por PSOE, U-P y Más Madrid. Y ocultas entre ellos, en una izquierda excluyente en versión fascista. “No son las elecciones, lo que está en peligro, es la democracia” proclamaba Gabilondo con el coro de Pablo Iglesias y Mónica García, líderes de U-P y Más Madrid.
Vistos los resultados electorales, éste es el momento para que todos, izquierda, centro y derecha, atendamos el aviso. La democracia puede estar en peligro. Puede estarlo. Pero sólo si los demócratas renunciamos a los dos principios principales del sistema: Decide la mayoría que aceptamos todos. Y obedecen, se apartan y en su caso retiran, los rechazados en las urnas.
En consecuencia, por ineficacia y porque no son útiles, conviene apartar a los relegados. Aparecerán, es posible, puertas giratorias, cuarteles de estío e invierno para retiros subvencionados, planes B con gabelas y pesebres para algunos, el conjunto de chiringos y chiringuitos de los que se nutren los fondos de servicios y reptiles partidistas y, también, las poltronas remuneradas en organismos privados y públicos; o la que como ejemplo, también es oportuna, apuntaba el diario ABC para Pablo Iglesias, cerca de Jaume Roures, por compensación por lo hecho o como inversión para el futuro.
Dispuesto el nuevo orden de cosas y asumido el resultado de las urnas, parece oportuno afianzar y reforzar el sistema desde las instituciones del Estado: Repasando el pasado. Calibrando la responsabilidad de los que han asumido obligaciones públicas. Y evaluando el servicio de todos y cada uno en los órganos de Gobierno, sean estos los que sean, o en la Oposición que debe controlarlos.
Justicia. Para todos y administrada por el Estado. Hoy, tras conocer los resultados electorales, puede valer con recordar la locución caribeña y esperar que la justicia haga su trabajo. Pablo Iglesias se va, dice, por no ser útil. Pedro Sánchez, rechazado y castigado, se mantiene en el Gobierno de España con las dificultades conocidas (por sus socios) y las desconocidas que van a influir en España y condicionar su gobierno. E Inés Arrimadas, sonada, ha de decidir qué puede hacer o debe ser en Ciudadanos, dirigiéndolo o saliendo de él.
En plena vorágine electoral, con la pandemia entre todos y la esperanza a flor de piel, no es oportuno quitar hierro al asunto. Basta con suavizar el tono. Hay una expresión dura y radical con acento caribeño: Sánchez, Iglesias y Arrimadas, ¡a empinar chiringas!