El volumen del estímulo fiscal hasta la fecha es mayor que el que se produjo tras la crisis financiera de 2007-2009, y es probable que la consiguiente retirada de estos estímulos no sea tan repentina ni tan severa como entonces. Los balances de los hogares se encuentran en una posición más saneada y se ven favorecidos por el exceso de ahorro. Las perspectivas de gasto de capital también son sólidas, dada la magnitud del crecimiento de los beneficios empresariales.
En nuestra opinión, la rentabilidad de los bonos de gobierno destaca como una clase de activo que puede haberse excedido a la baja ante el impulso que probablemente conserve esta recuperación económica. Sin embargo, tenemos que considerar las implicaciones de este hecho en nuestro posicionamiento multiactivo y hemos reducido marginalmente el riesgo en consecuencia.
Parte del repunte de las rentabilidades a largo plazo es atribuible a la mayor sensibilidad de la Reserva Federal a las presiones en los precios. Esto ha reducido aparentemente los riesgos de cola tanto para la inflación como para el crecimiento a ojos del mercado, y creemos que sólo el primero está justificado. Teniendo en cuenta nuestro posicionamiento macro constructivo, estamos analizando la posibilidad de infraponderar más la duración global. Si observamos indicios de estabilidad entre algunas clases de activos -el dólar detiene su subida, el cobre y las rentabilidades de los bonos no siguen bajando-, es probable que añadamos más riesgo de renta variable en nuestras carteras.