CONTROLA UN TERRITORIO EL DOBLE DE ESPAÑA
Por José Luis Barceló, Editor-Director de ElMundoFinanciero.com
José Luis Barceló Mezquita | Martes 21 de octubre de 2014
Los últimos acontecimientos en Malí y Argelia ponen en evidencia el control que fuerzas afines a la organización Al Qaeda ejercen sobre una importante franja del Sahel, la parte más inhóspita del desierto del Sahara. El territorio controlado por el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, brazo armado de Al Qaeda del Magreb Islámico, se extiende por más de 1 millón de kilómetros cuadrados y más de 12 millones de habitantes, desde el Este de Mauritania, muy cerca de los campamentos de refugiados de Tinduf en Mauritania, hasta el centro de Níger y el Oeste del Chad. Las últimas detenciones en Marruecos de células de captación deberían poner en guardia a nuestro país.
Al Qaeda se ha hecho con el dominio de una buena parte del Sahel. Todo el Norte de Malí, parte del Sur de Argelia y casi todo Níger están bajo su control, un control que se extiende por la zona menos habitable del Sahara central. Se trata precisamente de los territorios donde el Islam se extiende casi a partes iguales en la mayor parte de los países, ocupando la mitad norte, mientras que la sur está ocupada por habitantes que profesan otras creencias, la mayor parte animistas.
A Al Qaeda del Magreb Islámico –que no pretende invadir otros territorios que no sean los de población mayoritariamente islámica-, solo le falta bandera y moneda, porque todo lo demás para contar con un país –por la fuerza de las armas-, lo ha conseguido ya: territorio y población.
La estrategia “multipunto” de Al Qaeda para demostrar su presencia firme en el área ya fue advertida por los servicios de inteligencia británicos a principios de 2012, confirmando antes de tiempo que Al Qaeda se estaba reagrupando en África para crear un "arco de inestabilidad" en el Sahel occidental. Los hechos han dado la razón a esta tesis. El Sahel es una zona inhóspita, donde los tuaregs, habitantes muchos de ellos sin patria, han ido unas veces apoyando otras enfrentándose a Al Qaeda hasta la actual sumisión total o abandono de los territorios sobre los que esta organización transnacional mantiene su presencia. El Royal United Services Institute, con sede en Whitehall, Londres, y muy próximo a la política oficial del gobierno británico, confirmaba ya estas tesis en abril de 2012.
El objetivo de las acciones que estos días hemos podido presenciar en Malí y Argelia no pretenden otra cosa que afrentar contra los intereses de Occidente en el área, una región que ya se ha visto muy desestabilizada políticamente por el efecto de la llamada “primavera árabe”, que posibilitó la caída de los gobiernos de Túnez, Libia y Egipto encumbrando a la jefatura de estos estados a partidos islámicos que han mantenido posturas bastante integristas.
¿Podrían estos partidos aproximarse o apoyar una “revolución” islámica en el Sahel? Algunos servicios de información occidentales barajan la posibilidad de una política de “no actuación”, “no posicionamiento” o “no beligerancia” hacia los actos terroristas de Al Qaeda en el Sahel por parte de los nuevos gobiernos encaramados tras la Primavera Árabe. La situación de no actuación o no intervención por parte de estos países sería de extrema gravedad en el caso de una involución islámica mucho más profunda en algunas zonas del Sahel. Sobre todo en aquellos seis países que tienen frontera: Mauritania, Argelia, Libia, Níger y Chad.
Pero el brazo de acción de Al Qaeda podría extenderse además hacia otros territorios en los que es sabido que existen células políticas y de agitación en estado durmiente. Chad y Sudán, donde en el norte de ambos países existe una importante parte de población islámica, son los siguientes objetivos de Al Qaeda en el norte de África. Asegún los servicios de inteligencia occidentales, el grupo islamista no parece tener interés por el África negra, salvo en aquellos reductos donde la población es islámica, sin importar el origen racial de sus componentes: Nigeria, una enorme potencia africana, podría suponer uno de estos objetivos de futuro.
Los servicios secretos franceses ya emitieron a mediado de 2012 ciertos informes en los que presentaban su inquietud hacia el avance de la influencia de Al Qaeda en Malí, donde habían aliado sus fuerzas con los separatistas tuareg tras el golpe en aquel país.
La implicación de los tuareg con Al Qaeda en Malí y Níger no pareció tener mucha congruencia hasta la mitad de 2012. Estos pueblos nómadas, organizados en base a liderazgos tribales muy asentados, combatieron ya al lado de Gadafi contra los insurgentes apoyados por Occidente. Pero Occidente no se comportó de manera clara en sus actuaciones contra Gadafi: los insurgentes libios a los que se apoyó son grupos conocidos por haber formado parte en las fuerzas yihadistas de Al Qaeda en el Magreb, y ahora aquellos mismos combatientes –tuaregs y yihadistas- son los que se han aliado en la secesión del territorio del norte de Malí y es bastante probable que comiencen a actuar en Níger. Para algunos analistas se cree que la acción en las bases gasíferas argelinas han sido una simple maniobra de distracción mientras se está preparando realmente una gran ofensiva de organización política en territorios de Chad y Sudán, donde Al Qaeda podría terminar controlando otros 15 millones más de habitantes.
Lo que estos diversos informes sugieren es que Al Qaeda se ha estado comportando como un "fantasma" sobre la zona del Sahel, pero que sus tentáculos están mucho más afianzados sobre determinados países mucho más de lo que se piensa. Y también se instala la idea de que Al Qaeda en el Norte de África podría comenzar a dar pasos en el control político y organizativo de los territorios que mantiene ocupados, uno de cuyos mayores y exitosos experimentos ha sido, hasta el momento, el de Malí.
Tuaregs, anticolonialismo, e independencia
La alianza de Al Qaeda con los tuaregs ponen a su vez de manifiesto que esta organización ha transformado su estrategia en aras de lograr objetivos prácticos, y supone un cambio de rumbo en la manera en que se comporta este grupo. La avanzadilla sobre Malí manifiesta grandes dotes organizativas, y la sorpresa ha sido mayor cuando las fuerzas francesas han comprobado sobre el terreno que los yihadistas cuentan además con material bélico mucho más importante de lo que se creía. Probablemente parte de dicho material proceda del logrado por los aliados tuaregs en su lucha contra Gadafi en Libia. Este material fue facilitado por Occidente en su organización de la insurgencia libia.
La campaña de siete meses de bombardeo aéreo de Libia por la OTAN en 2011 y la organización de las fuerzas insurgentes que dieron lugar al derrocamiento del gobierno de Trípoli ha supuesto una continua e inadecuada militarización del Norte de África que ha supuesto un antes y un después en las traumáticas experiencias de la llamada Primavera Árabe. Si en los casos de Túnez o Egipto los procesos parecieron responder a suaves acontecimientos acompasados que dieron lugar a derrocamientos sin intervención de la guerra, y mucho menos de la necesidad de intervención occidental, en el caso de la Libia de Muammar el Gadafi el proceso desembocó en una guerra. La guerra contó además con el apoyo de fuerzas occidentales que suministraron material a las fuerzas insurgentes, a las que dotaron de organización. El caso de Siria podría desembocar en una situación parecida: Occidente ha apoyado a fuerzas insurgentes contra Al-Assad que han sido ya infiltradas por Al Qaeda.
Hoy ya se ha demostrado que una nueva idea política se ha instalado en el Norte de África hasta Oriente Medio: hay que aliarse contra las potencias occidentales, los “cruzados”, como sostienen los yihadistas. De hecho, durante el asedio sobre la planta gasística de Argelia los miembros de Al Qaeda se comportaron bien con los argelinos, a los que dejaron escapar en su mayoría. Lo que buscan es la complicidad de la población autóctona, y la alianza intelectual, social y política, sustentada en la base de la religión y la ortodoxia islámica que propugna Al Qaeda.
El eje de influencia de Al Qaeda ha variado el punto de gravedad global: si antes se pensaba en los talibanes y todo el esfuerzo Occidental se hacía pivotar sobre Afganistán, Irak y Pakistán, ahora el problema se ha desplazado a una zona mucho más próxima a los intereses occidentales, en el Norte de África. Este desplazamiento geográfico supone un grave problema para los aliados de la OTAN, que ven abierto un nuevo frente bélico.
Pero la gravedad del asunto pone de manifiesto que no se trata de un problema exclusivamente bélico: la expansión estratégica de la agenda de guerra global que el Pentágono y sus aliados occidentales han estado siguiendo en el Oriente Medio y Asia Central se extiende ahora gravemente por el control hegemónico de una zona mucho más extensa que se extiende desde el Mediterráneo hasta el Mar Caspio, una vasta región que compromete en torno al 60% de las reservas de crudo y gas natural de todo el mundo.
¿Debería la OTAN reactivar con mayores medios el comando militar que Estados Unidos creó bajo el gobierno de George W Bush, el AFRICOM? Es probable que Estados Unidos plantee problemas a esta reactivación, debido a su elevado coste económico: nunca mantener varios frentes abiertos ha sido ventajoso. Si durante las guerras de Irak o Afganistán se ha contado con leales aliados, los problemas económicos que viven actualmente las potencias europeas plantea serios inconvenientes para el sostenimiento de varias iniciativas de intervención en diferentes meridianos.
Bajo la administración Obama se han conseguido mantener ciertos esfuerzos, y se ha producido una ampliación importante de la participación de baja intensidad de los EE.UU. en concordancia con fuerzas francesas y británicas en focos como Costa de Marfil, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Uganda y el este de Somalia, Kenia y Djibouti. Pro han sido conflictos controlables que nada tenían que ver con las acciones que promueve Al Qaeda, mucho mejor organizada de lo que parece al público en general, y con una organización interna y dotación de material bélico bastante temibles. Aviones no tripulados estadounidenses y fuerzas navales francesas ya jugaron en el transcurso de 2011 un papel clave en el apoyo a las campañas militares kenianos y etíopes contra los militantes de Al Shabab en Somalia.
Ahora se teme que, aparte de las acciones muy previsibles que podrían tener lugar en Chad y Sudán, hay otros países africanos en los que los servicios de inteligencia occidentales creen que están funcionando fuerzas clandestinas, como son el caso de Senegal, Sierra Leona o Nigeria, y que tienen todos la condición de haber sido antiguas posesiones coloniales británicas y francesas.