Cuando los tiempos eran de bonanza económica e igualación clasista, cuando la mordida y el pelotazo eran casi un signo de distinción social, cuando los trapicheos y las comisiones estaban bien vistas porque a muchos llegaban, podían ser suficientes las disculpas entreveradas de los “pillados”, las justificaciones ambiguas de los portavoces partitocráticos o los siempre eficaces mensajes que los mercenarios mediáticos esparcían por doquier.
En los tiempos que corren, con la corrupción galopando a sus anchas y los bolsillos de políticos sin fuste repletos de dinero fúnebre, ya no se puede mirar para otro lado ni refugiarse en un cómodo nirvana que nos aisle de la rapiña incontrolada, ni de la mangancia generalizada. Ante un empantanamiento partidario consistente en gritar: ¡y tú más!, la ciudadanía debe evidenciar una repulsa contundente y dejar de soportar a una casta política nauseabunda enfangada en un lodazal de dinero putrefacto.
Lo que viene aconteciendo en los últimos días con el espectáculo deprimente de un partido –el otrora virginal Partido Popular- que chapotea angustiosamente en las charcas de la corrupción más desaforada es la gota que viene en colmar el vaso de la paciencia de los empobrecidos e indolentes españoles. El partido en el gobierno está haciendo esfuerzos titánicos por reconducir la situación y mantener algún resquicio de credibilidad.
Es totalmente deprimente contemplar como el líder popular, en un ejercicio de palabrería hueca, intenta salvar los muebles de un buque que se va a pique. Sus frases altisonantes son recibidas calurosamente por lo más florido de sus corifeos, Sus anuncios de que llegará hasta el final “caiga quien caiga” y “sin que le tiemble el pulso” solamente se los cree ya algún pánfilo militante o algún avieso intencionado.
El bochornoso argumentario que exhiben los dirigentes populares, repitiendo como mantras toda una batería de simplezas, nos muestra como se puede exhibir sin sonrojarse toda una batería de consignas articuladas sobre la piedra angular de la negación y de las verdades a medias. Las manipulaciones semánticas lo único que llevan es a agrandar el desprestigio peligrosamente creciente de la casta política ante una ciudadanía que empieza a despreciarles de manera cada vez más llamativa.
La sensación de profundo deterioro es tal que hasta las huestes socialistas –las cuales, por cierto, andan hechas unos zorros y a punto de que el PSOE entre en manifiesta quiebra técnica- se comportan de lo más comedido en sus ganas de lanzarse a tumba abierta contra la yugular sangrienta del PP. Ante el actual panorama todos los cofrades de la secta partitocrática deben de tentarse la ropa, pues en cualquier momento se les caen los billetes por los ojales.
Las últimas corruptelas de la Fundación socialista Ideas y los desmanes económico-trincones del anteriormente todopoderoso Tesorero-Gerente popular han hecho que la ciudadanía hispana empiece a mosquearse seriamente con una gentuza que durante más de treinta años han vivido como pachás. La sensación de los sufridos españoles es la de haber sido, premeditada y alevosamente, engañados y estafados con un toco-mocho político.
Estamos sumergidos en una orgía delictual: rojos y azules, yernos que parecen aquel hispalense “mi ehmano”, negocietes apestosos con el dinero de los ERE´s, millones acunados en paraísos fiscales por rabiosos catalanistas, tramas inconfesables para financiar ilegalmente a los partidos y a conseguidores aprovechados, y como remate, de lo más esperpénticamente chusco, esos menús de calidad para diputados a 3,55 euretes –y el resto de la factura lo pagan los españolitos de a pié, esos pringados de los que algunos altavoces mediáticos y algún politicastro de vía estrecha han dicho que han vivido por encima de sus posibilidades. Quizás alguien deba recordarle a don Mariano aquella máxima evangélica que reza ex fructu cognoscitur arbor y respecto a la mujer del César: Sed non casta tamen cauta.
- Luis Sánchez de Movellan de la Riva es Doctor en Derecho, Profesor y escritor.