Análisis y Opinión

El negocio de la mentira y el miedo

Sigfrid Soria del Castillo Olivares, ex Director General de Seguridad y Emergencias y ex Diputado en el Parlamento de Canarias.

ESQUIZOFRENIA PANDÉMICA

· Por Sigfrid Soria del Castillo Olivares, ex Director General de Seguridad y Emergencias y ex Diputado en el Parlamento de Canarias

Domingo 12 de diciembre de 2021

Exijo que se nos diga la verdad, que debería ser, por ejemplo, esta: “Oiga usted, inocúlese este suero cada 6 meses porque es lo único que tenemos; con ello usted tendrá más posibilidades de no enfermar gravemente o morir, aunque la protección contra la enfermedad grave o la muerte es relativa, no absoluta dado que esto no es una vacuna al uso. Pero, también tenga en cuenta que usted, aunque se inocule el suero podrá contagiarse y contagiar. Si usted no desea contagiarse tendrá que usar mascarilla y no frecuentar espacios con gente, o frecuentarlos si dichos espacios están sometidos a cribados con tests rápidos del 100% de asistentes. En cualquier caso, no se preocupe demasiado por contagiarse porque seguramente y gracias al suero, usted será asintomático o con síntomas leves.



Por tanto, ni piense en parar su vida, ni en dejar de trabajar, ni en dejar de viajar, ni en dejar de abrazar, ni al fin y al cabo en dejar de ser normal.” Todo ese planteamiento sí sería honesto. Porque, en realidad, lo que no tolero es que traten de asustarme con mentiras y venderme un escenario en el que soy una mera pieza de un inmenso negocio. Cualquiera tiene derecho a evitar contagiarse por conocer realmente las cartas con las que juega y, sin embargo, las autoridades engañan sistemáticamente asegurando a la población que la vía para evitar los contagios es la vacunación. Estamos ante un descarado fraude y ante flagrantes delitos contra la salud pública. Uno sin patologías previas, con la pauta completa inoculada y que se vea en un hospital ingresado por enfermedad grave, hay muchos casos así, tiene derecho a querellarse criminalmente contra las autoridades que aseguran que eso no le ocurriría. Y, sin lugar a dudas, si la línea estratégica de los gobiernos fuera la de la verdad y la honestidad, cabría perfectamente la obligatoriedad, amparada por LEY aprobada por Congreso y Senado, es decir sin excusas, de la inoculación del suero cada seis meses, justificado todo ello por el interés general de evitar el colapso hospitalario. Si hubiera honestidad por parte del gestor público, podría entonces haber exigencia al estulto negacionista que tanto perjudica al conjunto.

Definitivamente, concluyo que el SARS-CoV 2 ha sido y está siendo la oportunidad del negocio económico más importante de la Historia de la Humanidad. Porque, además de los gigantescos beneficios industriales que están arrojando las, cuando menos, ineficientes vacunas COVID, pues no consiguen ni por asomo los resultados de la más mediocre de las vacunas de verdad, están los beneficios que obtienen los gobiernos de decenas de países sometiendo a miedos irracionales a miles de millones de personas. De hecho, el miedo es tal que lo más común es ver a pobre gente paseando por zonas solitarias en playas o montes, ¡con mascarilla! Porque se sabe que un rebaño atemorizado, receloso, y enfrentado entre sí es dependiente, vulnerable, manipulable y agradecido a cualquier ayuda pesebrera. Y a modo de rápido resumen de la conclusión, manifiesto y sugiero:

  • Las llamadas “vacunas COVID”, más que comportarse como verdaderas vacunas se comportan como inmunoglobulinas, pues aumentan sólo por muy breve espacio de tiempo la inmunidad.
  • Disminuyen las posibilidades de enfermedad grave y de muerte, pero no evitan la morbilidad ni la mortalidad.
  • Al no evitar los contagios, tampoco evitan que la población “vacunada” deje de ser reservorio no detectable del virus (asintomáticos).
  • Al ser susceptible la población “vacunada” de seguir contagiándose y de contagiar, el virus conserva su capacidad de seguir mutando pues sigue replicándose en cada humano que contagia.
  • “Vacunas COVID” sí, pero sin que los dirigentes políticos, autoridades sanitarias y medios de comunicación nos engañen. Basta de difundir el mensaje de que para evitar contagios hay que vacunarse. Para evitar contagios: cribados, medidas barrera, ventilación de espacios, no aglomeraciones y profilaxis. Las “vacunas COVID” son para que si se produce el contagio, que se va a producir, haya bajo impacto en la salud individual y en el sistema sanitario.
  • En cuanto a la vacunación de niños y jóvenes, ¿para qué? Considerando que son subgrupos que cuando se contagian no desarrollan la enfermedad, ¿qué sentido tiene? Porque si son vacunados van a seguir contagiándose y contagiando exactamente igual que si no lo son, pero padeciendo los inherentes riesgos de fármacos fabricados con una tecnología inédita en la Historia de la Humanidad. A los niños y adolescentes se les somete con la vacunación a los inevitables efectos secundarios que tienen las “vacunas COVID”, para no evitar que se contagien y sigan siendo vectores de propagación. Quizás sí vacunar a niños y jóvenes cuyos perfiles lo requieran, pero no a todos.
  • Eliminar el temor al virus, al contagio, a la enfermedad, a la muerte y a las “vacunas COVID”, consideradas estas como fármacos que contribuyen a que la incidencia hospitalaria sea asumible.
  • Que los gobiernos no restrinjan tanto la actividad social, económica y lúdica y atiendan sanitariamente mejor a quienes lo necesiten, que será el bajo porcentaje de la población inoculada con pauta completa que enferme. Más camas hospitalarias y de UCI y menos impedir a la gente que vivamos.
  • Aprender a convivir con este virus y con sus contagios, asumiendo sin histerismos el uso de las “vacunas COVID” y de todo el resto de elementos disponibles de lucha contra esta pandemia, evitando la locura colectiva que hasta ahora campa a sus anchas.
  • No parar la actividad económica, laboral, de ocio, de turismo ni demonizar a los jóvenes, y no tan jóvenes, que ejercen su inalienable derecho a vivir.
  • Percibamos este virus como lo que es, un patógeno de alta morbilidad, pero de baja mortalidad y letalidad.

Planificado o no, la Humanidad se encuentra en 2022 en un momento de máximas posibilidades de formación e información y de mínimas cotas de capacidad de juicio; con absurdos temores e inéditas obediencias. La deshumanización del Ser Humano está servida.