Exterior

Líbano y el punto de no retorno

Sube la temperatura en la linde del país de los cedros con Israel

· Mientras tanto en Washington cunde el desánimo al fracasar la propuesta de un alto el fuego en Gaza

Luca Pollipoli | Domingo 16 de junio de 2024
El Gobierno de Benjamín Netanyahu sube la apuesta bélica. No pueden interpretarse diversamente las palabras del jefe de Estado Mayor, Herzi Halevi, al declarar que Tel Aviv no descarta una ofensiva militar terrestre en la frontera norte para responder a las amenazas de Hezbolá: “Estamos preparados y totalmente entrenados”, matizaba el alto oficial castrense. Palabras que confirmarían la información aparecida en prensa según la cual el IDF pretende lanzar una ofensiva a gran escala contra Beirut y penetrar los bastiones del Partido de Dios, el movimiento armado chiís que controla desde hace décadas la zona meridional de la que fue denominada la Suiza oriental.

En la mañana del 5 de junio el mismo capitoste del Likud sorprendió a las tropas desplegadas en la franja norte y confirmó que “nadie puede hacernos daño y pensar que nos quedaremos observando. Estarían cometiendo un craso error… (…). Hemos movilizado fuerzas suficientes para responder a cualquier tipo de intimidación. La seguridad es nuestra absoluta prioridad”. La respuesta de la formación islámica ha sido inmediata. A través del canal qatarí, el secretario ajunto de Hezbolá Naim Qassem aclaró que el movimiento radical “no tiene ninguna intención de entrar en un conflicto con Israel”, pero ante un ataque preventivo no dudará en responder proporcionalmente. “Si Tel Aviv elige la confrontación bélica”, matizaba Qassem, “garantizo que no permitiremos ningún avance de blindados sionistas”.

Los cascos azules de Naciones Unidas desplegados entre ambos países han informado del recrudecerse de los enfrentamientos. Desde el fatídico asesinato de 1200 israelíes el 7 de octubre de 2023, la violencia transfronteriza ha ocasionado la muerte de más de 450 personas, 88 de ellas civiles, en Líbano, y el fallecimiento de 11 uniformados y 14 ciudadanos en Israel. Los enfrentamientos provocaron también el forzoso desplazamiento de decenas de miles de residentes en los dos lados de la divisoria.

La posibilidad de un segundo frente de guerra dificulta la aceptación y consecuente despliegue de un alto el fuego tutelado por la administración estadounidense. Hace una semana Joe Biden exhibía un marcado optimismo ante la propuesta de una tregua que se articularía en tres fases. La necesaria suspensión de las hostilidades daría paso a la liberación de los rehenes, según datos del servicio de inteligencia interno o Shabak más de un tercio de los 240 secuestrados habría perecido, y seguidamente a la fase de reconstrucción de Gaza.

La organización terrorista Hamás no se había pronunciado al no contemplar la oferta el fin de la avanzada castrense. Trátense de una conditio sine qua non solicitada por el movimiento palestino firmar un acuerdo. Sin embargo el portavoz del primer ministro israelí comunicó que “la guerra se postergará hasta la obtención de la destrucción de las brigadas Ezzeldin Al-Qassam, el brazo militar, y el destronamiento político” de Hamás. Una retórica beligerante que fue validada también por el ministro de Seguridad Nacional. Itamar Ben Gvir en un vídeo subido a las redes sociales animó a “quemar todos los bastiones de Hezbolah y destruirlos (…), no puede haber paz en Líbano y terror en Israel”.

Similares exabruptos han sido recibidos con enorme insatisfacción en la Casa Blanca. Trátense de la enésima afrenta al deseo de Washington de dar por finalizado un conflicto que podría condicionar los debates electorales de cara a las presidenciales de finales de año. En una entrevista a Time el mismo Biden reconoció que “hay múltiples razones, y casi todas personales” por las que Netanyahu está prolongando el despliegue de la infantería en la Franja. La negativa a cualquier tipo de acuerdo para lograr una tregua y facultar la puesta en libertad de los rehenes debe entenderse en clave interna, más bien en la salvaguarda de su continuidad política.

El octogenario demócrata fue inmediatamente corregido por su equipo y asesores. No es baladí que en la siguiente declaración pública negara que el líder israelí estuviera “jugando a la política con la guerra”, obviando las enseñanzas de Von Clausewitz. Se limitó a comentar que “busca solucionar un problema grave”, enrabietando al sector más izquierdista de su misma formación. No es un misterio que el apoyo de EE.UU. a Israel podría ocasionar un cisma al acercarse las elecciones políticas.

La Cámara de Representantes aprobó el 5 de junio un proyecto de ley dirigido a sancionar a la Corte Penal Internacional (CPI) y su fiscal Karim Khan por solicitar la detención de los mandatarios israelíes y acusarles de crímenes de guerra y contra la humanidad. La propuesta republicana consiguió el apoyo de 42 demócratas, y en caso de aprobarse conllevaría la retirada de los visados a los funcionarios del CPI y bloquear cualquier transacción inmobiliaria.

Hace unos días la Casa Blanca reconoció públicamente que había invitado al mismo Netanyahu a pronunciar un discurso en el Capitolio. La fecha sigue desconociéndose, pero la firma tanto del líder del Senado como de la Cámara en la invitación ha levantado una polvareda. El mediático senador Bernie Sanders propuso boicotear el evento tachando al presidente del Likud de “criminal de guerra”. Otros representantes critican a Biden por no haber estructurado un bloqueo financiero, el único según el analista Colin Clarke eficaz para detener al Gobierno de Israel.

En casi nueve meses de enfrentamientos Washington ha formulado propuestas, fijado plazo y trazados supuestas líneas rojas. Los resultados han sido nulos, y la credibilidad del presidente sigue en entredicho. El hundimiento del acuerdo presentado hace unas pocas semanas contribuye a reforzar quienes abogan por una política exterior conservadora y proteccionista. Trump sonríe desde lo alto de su torre.

TEMAS RELACIONADOS: