Es evidente que la izquierda, el progresismo y el wokismo matan. Y los millones de personas de bien deben saberlo y tomar conciencia de ello. Charlie Kirk fue víctima de lo más ruin de una sociedad enferma de locura, maldad e hipocresía.
Charlie Kirk representó la sensatez y el sentido común, cultivando el diálogo y el respeto. Su arma fue la palabra, con la que difundió con educación ideas y principios conservadores, de familia, de comunidad y de patriotismo. Se esforzó denodadamente y con valentía por comunicar y empatizar con quienes le seguían, especialmente con quienes discrepaban de él, en increíbles encuentros cara a cara, desarmando los argumentos más absurdos y sin sentido, las falacias y las mentiras del pensamiento único progresista, con la verdad.
Kirk se convirtió en un referente, sobre todo para los jóvenes que disentían de la corrección política instaurada en las aulas de institutos y universidades, acercándolos con éxito al candidato republicano en las elecciones de 2024. Y eso lo convirtió en alguien peligroso. Eso también le costó la vida.
Esa bala contra Kirk fue un acto de violencia política, un asesinato con tintes de terrorismo cuya finalidad era paralizar y silenciar a lo más sano y, afortunadamente —aunque muchas veces no lo parezca— mayoritario de la sociedad.
Y, afortunadamente también, a pesar del asco que provoca ver el odio destilado en las redes sociales por quienes se regodean y celebran el asesinato de un joven padre de familia, los enemigos de la libertad han fracasado, porque la sangre en el cuello de Kirk generó lo contrario al miedo y al silencio. Millones han dicho: basta, hasta aquí habéis llegado.
Kirk murió defendiendo también la libertad de expresión, y su asesinato tal vez sea un punto de no retorno no solo en la política americana, sino también más allá de sus fronteras.
Su voz, la voz de la sensatez, a partir del 10 de septiembre será un grito ensordecedor de un Occidente que se resiste a ser derribado; un grito orgulloso de su ser, de su origen y de su legado; un grito orgulloso de la civilización cuyo pilar es la libertad, la palabra escrita sobre el pecho de Charlie Kirk.