Sociedad

Corrupción política: abstención cualitativa junto a impulso reformista

Jesús Antonio Rodríguez Morilla, Doctor en Derecho, Diplomado en Estudios Avanzados U.E., Caballero de Mérito por Real Orden Noruega

Sábado 22 de noviembre de 2025
En la política española, la sucesión de casos de corrupción ha dejado de ser un acontecimiento aislado para conformar un fenómeno estructural. No es preciso detenerse en el último escándalo de Almería, para advertir que, desde hace décadas, se repiten patrones que deterioran la confianza ciudadana en las instituciones. Promesas que no se cumplen, estrategias políticas improvisadas, escasa rendición de cuentas y episodios de mala praxis que se acumulan sin consecuencias proporcionadas conforman un panorama que trasciende lo coyuntural.


Aunque existen representantes públicos íntegros, la percepción generalizada indica que ciertos comportamientos han sido tolerados o normalizados dentro de las estructuras partidistas. Este clima provoca que incluso aquellos políticos que intentan actuar con rigor se encuentren en ocasiones aislados dentro de sus propias formaciones, como si la conducta recta hubiera dejado de representar el estándar comúnmente aceptado.

DE UN TIEMPO A ESTA PARTE

En este contexto, cualquier mejora sostenible exige una revisión profunda del funcionamiento interno de los partidos políticos. Las reformas necesarias —códigos éticos sólidos, mecanismos de control efectivos, procesos de selección más exigentes y estructuras internas que favorezcan la transparencia— deben partir de los propios partidos. Sin embargo, la experiencia evidencia que difícilmente se producirán de manera espontánea. Para que dichas reformas sean asumidas, la sociedad debe ejercer un estímulo claro y sostenido.

Es aquí donde emerge un fenómeno reciente de gran relevancia: la abstención cualitativa. A diferencia de la abstención tradicional, vinculada a la apatía o al desinterés, esta modalidad responde a una decisión reflexiva y moral. No constituye un rechazo al sistema democrático en sí, sino una forma de presión dirigida a las formaciones políticas. Es una abstención que expresa descontento con la conducta, no con la democracia; con los comportamientos, no con la existencia del voto. Representa, en esencia, una línea reformista que busca generar cambios graduales pero estructurales mediante un mensaje contundente: no es posible mantener un sistema sano sin revisar sus prácticas internas.

ACTUALIDAD

España vive un momento en el que el problema principal ya no es ideológico, sino conductual. La alternancia de gobiernos de diferente signo político no ha logrado modificar ciertas pautas reiteradas: opacidad, estrategias cortoplacistas, falta de autocrítica y persistencia de irregularidades. Sin una transformación interna significativa, los partidos corren el riesgo de confundir la continuidad electoral con legitimidad social, ignorando la erosión silenciosa de la confianza ciudadana.

Las encuestas recientes confirman que la abstención cualitativa está adquiriendo un peso creciente. El votante que la ejerce no se desentiende; observa, valora y elegirá posiblemente, retirarse temporalmente del proceso electoral hasta que perciba señales claras de regeneración. Esta forma de protesta cívica no busca desestabilizar, sino reconstruir. Es una advertencia que reclama un mínimo ético indispensable para restablecer la legitimidad institucional.

Su importancia no reside solo en su magnitud, sino en su significado igualmente reformista, constituyendo un mensaje directo a los partidos para que emprendan reformas reales y no meramente cosméticas.

La abstención cualitativa es, en este sentido, supone una herramienta democrática que aspira a reorientar el comportamiento político hacia estándares más exigentes.

EPÍLOGO. RESPONSABILIDAD COMPARTIDA

La posibilidad de emprender un camino reformista no depende únicamente de los partidos políticos. Requiere también una ciudadanía comprometida, capaz de sostener sus demandas y de ejercer una vigilancia activa sobre la gestión pública. La mejora del sistema político español solo será posible si sociedad y representantes avanzan simultáneamente hacia un horizonte común de integridad, transparencia y calidad democrática. Sin esta corresponsabilidad, ninguna reforma podrá consolidarse.

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