Nadie, absolutamente nadie, salvo dichas oligarquías, imaginaba, ni deseaba, que en España no se pudiera estudiar en español, por ejemplo, o que se perdiera el sistema nacional de salud de suerte a no poder ser tratado en otra región, o que tuvieras que exiliarte de Vascongadas o hispano-cataluña por ser español o hispano hablante, o que recibiese distinta ayuda por pensionista según dónde residieses, etc… En breve, nadie, de los votantes de a pie, dudaba de que estaba votando una España de ciudadanos libres (al fin), iguales y solidarios….porque así se le dijo y se le hizo creer por una clase política que prometía otra cosa en privado a los destructores de nuestra convivencia. Insisto, eso lo hemos vivido. Ese “fraude democrático” por sí sólo merece que se vuelva a plantear al pueblo español qué quiere ser de verdad en el futuro. Con todas las cartas boca arriba y diciendo la verdad de las alternativas.
¿Y ahora? Pues situación que es análoga aunque no exacta. Una gran mayoría de los votantes activos españoles votaron poco ha una gestión a futuro y una visión de España que tenía matices diferenciados pero algunos puntos esenciales fundamentales en común. De entre ellos estaba en primer lugar el rechazo al terrorismo y a sus sucedáneos, al separatismo y al racismo. Estaba el deseo de seguir en una monarquía parlamentaria de impronta liberal a la europea y, probablemente, de reforzar las maltrechas instituciones apenas democráticas que aún persisten. Lo manifestaron votando a Partidos nacionales que lo llevaban explícita o implícitamente en sus programas e, incluso, a un Partido, que resultó ser la mayoría minoritaria, que juró y perjuró por lo más sagrado, con una vehemencia inusitada y no requerida que jamás pactaría con los Partidos que defienden el separatismo, el blanqueamiento del terrorismo, la instalación de republiquetas totalitarias o la destrucción de lo que queda de Constitución. Sabido es que a las 24 horas de las elecciones este PSOE se desdijo de sus compromisos y se puso en manos directamente de separatistas, filoterroristas, anti-sistemas y demás hierbas. Es decir que los votantes, e incluso los abstencionistas, fueron vilmente engañados y votaron, para el asombro de muchos, exactamente lo contrario de lo que creían. Un fraude democrático en toda regla que está sometiendo la política y el Gobierno de España a la voluntad, diseño e ideología de una pequeña minoría del electorado, la fragmentadora y rupturista. También ahora, esto sólo se podría arreglar democráticamente con unas nuevas elecciones dónde se dieran cuentas de la acumulación de mentiras torales. Y con esos dos fraudes democráticos distanciados 42 años ¿cómo sigue España? Pues eso, degenerando, degenerando…