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franja ruta

· Por Edward Martin (Corresponsal en Barcelona)

11/04/2025@09:26:25
Durante décadas, Occidente miró a China con una mezcla de sospecha, paternalismo y oportunismo. Se la temía como gigante dormido, pero se la cortejaba como fábrica del mundo. El oxímoron en que se ha sostenido su desarrollo —un régimen comunista abrazando sin pudor mecanismos ultraliberales— fue aceptado por los países desarrollados con tal de beneficiarse de sus bajos costes laborales, su flexibilidad normativa y su capacidad productiva descomunal. Sin embargo, el tiempo de los malabarismos ideológicos tiene los días contados. Hoy, China es mucho más que la gran potencia emergente: es un actor global decisivo. Su consolidación como potencia tecnológica, su influencia en los mercados financieros y su papel en las cadenas de suministro estratégicas la convierten en un eje insoslayable del nuevo orden internacional. Frente a la tentación de enrocarse en una lógica de bloques, Europa y China tienen la oportunidad histórica de construir una alianza geoestratégica de equilibrios que contribuya a despresurizar un mundo cada vez más polarizado. Esta alianza puede forzar a Estados Unidos a regresar al multilateralismo auténtico, alejándose de tentaciones aislacionistas o de hegemonía unipolar, para sentarse a negociar con China las reglas de una cooperación global más sensata, más justa y menos belicista.
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