EDITORIAL
El caso REPSOL-YPF y la reputación de la Nación
martes 21 de octubre de 2014, 14:31h
Las consecuencias de la evidente debilidad de España ya se pueden medir tanto en términos económicos como en los políticos.
Muchos se atreven a pensar hoy que era más que esperada –por anunciada-, la nacionalización de REPSOL-YPF por el Gobierno de Argentina. La cuestión es muy grave no solamente por lo que supone de afrenta a los intereses de España, sino porque dicha afrenta viene directamente de uno de nuestros “amigos históricos”.
La situación por la que atraviesa nuestra Nación es lamentable y nuestros políticos de hoy no son capaces de poner remedio al descrédito y a la falta de confianza. Una cosa lleva a la otra. España pierde prestigio y todos giran la espalda a nuestro paso, como si fuéramos apestados. Algo pasa.
La ausencia de España en la Cumbre de las Américas, en la que nuestro país debería haber tenido una posición de interlocutor preponderante, es un testimonio más del declive de nuestra economía, a la que se une ahora el declive de nuestra política exterior. Estados Unidos ha exhibido un liderazgo incuestionable en dicha cumbre, definiendo además quienes serán los actores principales para las posteriores. Es probable que entre pasillo y pasillo y café y café las autoridades argentinas hayan consultado a los norteamericanos las consecuencias de una nacionalización. No es posible que no se haya producido tal consulta. Y lo lógico es pensar que los USA hayan contestado con los hombros encogidos.
La reciente aprobación de los Presupuestos Generales del Estado no ha tenido más bien una repercusión negativa en los mercados y no han generado buenas expectativas, como lo demuestra el hecho de las continuadas caídas de la Bolsa española y el acenso de la prima de riesgo. Para entender la gravedad de la crisis en Europa hay dos perspectivas que tener en cuenta: la política, y la estrictamente económica. Inicialmente el cambio de Gobierno ha sido políticamente positivo para el país, puesto que Francia y Alemania han actuado como aliados políticos de España al contar sus respectivos gobiernos con el mismo signo político, pero aún hay que valorar los resultados de las elecciones presidenciales de Francia para determinar si España puede perder un nuevo aliado.
Las consecuencias de la evidente debilidad de España ya se pueden medir tanto en términos económicos como en los políticos. Debe pensarse ahora que España no debería estar tan pendiente de lo que digan alemanes o franceses, por la sencilla razón de que además España no es un país “rescatable”: ni franceses ni alemanes quieren oír hablar de rescatar España, por motivo de su magnitud, de su PIB y de su población.
Así pues, el Gobierno debería empezar a considerar urgentemente la necesidad de no seguir recetas de nadie y reconsiderar muchas de las medidas adoptadas en los últimos 18 meses. Entre ellas, las de buscar sus alianzas entre sus amigos de siempre demostrando solvencia, capacidad y resolución. Y quizás alguna medida extraordinaria, como la de abandonar la UE, aun manteniendo el Euro como moneda de cambio.