- Parte I: La revolución de los trileros
Es un tema tan nuclear como recurrente, del que volveré a hablar, que sigue pasando desapercibido por la extrema angustia del momento económico y por la habilidad ocultadora de todas las manipulaciones e intoxicaciones desde hace tiempo. Y sin embargo es clave para el futuro de los españoles, incluso para salir con bien (dentro de un par de lustros) de la crisis económica.
Más grave casi que un error de diagnóstico, es ignorar, o hacer ignorar arteramente, un seísmo histórico colosal que está sacudiendo a la sociedad, a sus valores democráticos y humanistas y a su proyecto común. Y soslayando el problema, con parches coyunturales o verborrea populista, o mentira y ocultación, nada encontrará solución. Me refiero al hecho de que España, como el que no quiere la cosa, lleva unos veinte años por lo menos dejando de ser un colectivo de ciudadanos iguales, libres y solidarios, con idénticos derechos y obligaciones ante la Ley y de cada cual ante sus compatriotas, para convertirse en otra cosa híbrida y multiforme donde los derechos pertenecen a los territorios y donde la dinámica esencial consiste en discriminar en vez de unir.
Es difícil reducir la real importancia inmensa de esa transformación en términos sociológicos e históricos, y, por supuesto, las grandísimas consecuencias que acarrea para los ciudadanos en todos los ámbitos esenciales de su existencia, siendo el económico uno más.
Nótese que estamos hablando de un proceso y no de un hecho puntual y estático, de una especie de revolución, en la que un colectivo social se va transformando y convirtiendo en una miríada de otros colectivos sociales distintos y separados, a veces enfrentados, donde se pasa a ser más súbdito que ciudadano. Es muy difícil encontrar precedentes históricos de tal dinámica para una vieja Nación, para algunos milenaria pero seguro que centenaria, que además es una Nación de gran importancia sistémica e histórica. Se conocen muchos casos de federalización, desde USA hasta Suiza, en que las naciones se encuentran en un proceso de unión y de marcha hacia unidad de ciudadanos, partiendo de divisiones previas (recuérdese la feliz expresión del sistema unitario federal alemán). Es justo la dinámica contraria. Se pueden citar los casos de Bélgica, Yugoeslavia o Checoeslovaquia, pero son naciones de creación muy reciente y, sin faltar al respeto, de mucha menor presencia que España en la Historia mundial. El imperio Austro Húngaro, por ejemplo, que explosionó, nunca fue una unión de ciudadanos iguales (recomendable la lectura del excelente libro del profesor Sosa Wagner y su hijo: “El Estado fragmentado” sobre ese tema en comparación con España).
Por lo tanto España ha emprendido un camino singular y casi único. Ese camino sobrepasa con mucho el problema de los separatismos regionales clásicos en España desde hace un siglo o siglo y medio, más o menos, aunque ya veremos cómo han servido de detonante, y el problema de una descentralización deseable y óptima de gestión y jerarquía de competencias. En el punto actual toda la Ciudadanía, todas las Instituciones y todos los políticos están involucrados. Sin entrar a valorar el hecho en este momento, sí es interesante subrayar dos aspectos socialmente claves:
A/ Esta dinámica es una auténtica revolución de extrema trascendencia. Se me antoja más fundamental que el cambio producido en la Transición. Allí, una Nación cohesionada decidió mayoritaria y conscientemente pasar de un régimen autoritario y cuartelero de súbditos en convivencia a un régimen de ciudadanos en convivencia con soberanía residente en estos ciudadanos y libertades políticas. Antes y después, eran todas personas iguales ante la Ley, fuera ésta horrorosa o feliz. Aquí “sucede subrepticiamente” que la Nación de ciudadanos está dejando de existir y cediendo soberanía a territorios cuyas oligarquías crean colectivos que combaten la noción de ciudadanía global. Por supuesto la importancia relativa de cada etapa es debatible, pero lo que es menester retener es que la deriva actual es también sumamente importante, una auténtica revolución social que altera profundísimamente nuestras vidas, nuestros valores de comportamiento y nuestro futuro. Ya no conviviremos con compatriotas aunando esfuerzos hacia un objetivo común de libertad, solidaridad y prosperidad, sino que conviviremos con vecinos sin objetivo común en pugna por mantener o incrementar sus ventajas relativas, en cualquier campo, discriminando. Es otra forma muy distinta de vivir.
B/ Pero el segundo rasgo es mucho más preocupante y muy negativo. De este giro copernicano en la convivencia de los españoles, la inmensa mayoría no es ni consciente, ni informada, ni...consultada. Casi me atrevería a decir que sólo son conscientes los que se benefician de él, a costa de un empobrecimiento ético y económico general. No es el resultado de una decisión democrática tras debate de las alternativas e información sobre consecuencias. Sencillamente “está pasando” con camuflaje activo del 90% de nuestros políticos , gobernantes e Instituciones (que vienen a ser nuestros políticos) empeñados en mantener apariencias y mentiras, poniendo a la Ciudadanía ante hechos consumados, y revistiéndolos arteramente del ropaje que más convenga a base de pervertir conceptos como democracia, solidaridad, unidad, igualdad, justicia, etc.... Veremos en la parte II cómo ha sido el camino, pero ahora preguntémonos sencillamente: ¿Qué votaría aún la mayoría de los españoles si se les pregunta si quieren tener sanidad distinta por vivir cinco km. más allá que su compatriota? ¿Y si se les pregunta si quieren tener distinta carga impositiva por vivir en una provincia o en otra? ¿Y si se les pregunta si quieren tener multa en la región de al lado por utilizar la única lengua común constitucional? ¿Y si quieren cobrar pensión o paro distinto según dónde vivan? ¿Y si quieren pagar más por sus médicos o medicamentos por estar empadronados aquí o acullá? ¿Y si quieren que sus hijos estudien distintas historias de su patria en distintas regiones, algunas de la cuáles, forzosamente, tienen que ser mentira? ¿Y si quieren que la Ley no se cumpla impunemente según el rincón de su nación que estén pisando? Contéstense a esas preguntas, y después, piensen si ésto, y mucho más que está sucediendo, tiene algún apoyo democrático mayoritario, si ni siquiera se debate con seriedad ante su trascendencia. Cuál trágala se deja hacer con una campaña de camuflaje que consiste en hacer creer que es como un fenómeno natural, como la lluvia, o en el delirio absoluto se inocula que todo ello es inherente a la democracia. Vergonzosa falacia.
Me parece gravísimo que una sociedad esté gozando o padeciendo un auténtico seísmo de convivencia y de valores de la “polis” sin tener consciencia y poder de decisión sobre su destino. De ello aborrecían, desde luego, los que votaron de buena fe la Constitución del 78, perseguían lo contrario. Veremos cómo se ha llegado a esto, pero no ha venido como la lluvia. Es fruto de decisiones, indecisiones, lenidades, cobardías y felonías políticas. De quienes se siguen beneficiando de ello a corto. Oligarquías, caciques, separatistas...Ahí siguen, demostrando que sí hay paz para los malvados...por ahora. Hasta que los españoles vuelvan a recuperar el destino en sus manos para moldear la sociedad democrática que realmente desean.