El resquemor era miedo

Hay que ser muy tonto o muy ingenuo para pensar que a estas alturas de la película, Telefónica vaya a llevar a la CMT una oferta, la que sea, sin haber pasado antes todos los necesarios filtros de censura previa. A pesar de que la regulación llamada ex ante, la que marca normativas antes de la comercialización, está obsoleta en un mercado tan repartido, sigue existiendo y la CMT la sigue aplicando escrupulosamente, y eso Telefónica lo sabe, como no podía ser de otra manera.

La compañía sabía muy bien lo que hacía cuando presentó al regulador su Movistar Fusión. Ninguna empresa está en estos momentos para lanzar órdagos ni brindis al sol, Telefónica menos que ninguna, y el producto ha sido exquisitamente diseñado para satisfacer a los clientes sin estrangular a los competidores, quienes, por cierto, lanzan continuamente ofertas ambiciosísimas para captar nuevos usuarios. Y la prueba es que hace ya varios meses Telefónica cayó por debajo del 50% en cuota de mercado de banda ancha, algo impensable hace muy pocos años.

Parece que mientras eso funciona así, mientras todos suben y Telefónica cae, no hay quejas. Pero las quejas aparecen, hasta en forma de amenaza (el presidente mundial de France Telecom ya ha dejado claro que cerrará el grifo de las inversiones si la regulación no le satisface), cuando esas reglas del libre mercado que tenemos tan a gala aplican también al grande.

La desproporcionada reacción de los competidores en las horas siguientes a la presentación de la oferta integrada de Movistar -¿qué les resquemó tanto? ¿la factura única? ¿los precios? ¿la fibra?- llamando a la CMT sólo puede responder al miedo, un miedo cerval a perder las posiciones conseguidas mientras el gigante dormía. Viva la libre competencia y la economía de mercado, es hora de competir.