Es propio de personajes políticos mediocres y mezquinos lanzar al país a misiones imposibles, cuando no guerras, para tapar los fracasos de su gestión. Lo que ha iniciado Arturo Mas en Cataluña, lanzándose sin red al vacío secesionista, se parece a lo que otros dictadores, otros caudillos, a lo largo de la historia han practicado. La memoria me alcanza a recordar como Hassán II de Marruecos, para silenciar la miseria interna de su población organizó la Marcha Verde a la conquista del Sáhara, que estaba pendiente de descolonización por las Naciones Unidas. Treinta años después Marruecos tiene un problema con el Sáhara y una población que pasa hambre, mientras el rey y sus políticos fomentan la corrupción desde la misma institución monárquica.
Videla, el otro caudillo argentino, en el ochenta y dos lanzó a su pueblo a una guerra contra Inglaterra para recuperar las islas Malvinas. Aquello propició la caída de todo el régimen militar que gobernaba un país rico y culto.
Nuestro Caudillo, Francisco Franco, también achacaba al contubernio judeo-masónico nuestros males cada vez que aquí había contestación de una política aislacionista del resto del mundo democrático.
Otro caudillo que llegó al poder en las urnas, Adolf Hitler, llevó a Alemana a la Segunda Guerra Mundial y luego acabó suicidándose en un búnker cuando los rusos llegaron a Berlín.
Y ahora este caudillo catalán, también llegado al poder en las urnas, pasará a la historia como el que se subió a la ola del separatismo de España, aun siendo consciente de que eso, hipotéticamente, llevaría a la ruina a un pueblo rico y trabajador como es Cataluña.
Arturo Más, como todos los caudillos, no escucha las advertencias de la falsedad de sus proclamas. Repite mentiras sin importarle que puede llevar a la ruina a un país próspero.
Arturo Mas, como todos los caudillos, paga a la prensa, a toda la prensa catalana, para que oculten la verdad y sólo publiquen argumentos favorables, aunque sean falsos, a la separación.
Arturo Más, como todos los caudillos, dispone de una televisión, de unos canales, pagados por su gobierno, para que propaguen sus políticas y oculten al pueblo catalán las consecuencias.
Arturo Más, como todos los caudillos, tiene sus días contados una vez que el pueblo que le votó, que le vota, descubran el engaño y se den de bruces con la realidad. Con la verdad.
Después de las elecciones, ya lo verán, las manifestaciones contra sus recortes volverán mientras el derroche en embajadas y propaganda seguirá contando con fondos ilimitados. Los políticos son así. Para ellos no llegó la crisis. ¿A que no?
- Joaquín Abad es periodista