Los norteamericanos aportan el 68,4% del presupuesto de la Otan. Por lo tanto, la administración de Trump exige a sus socios europeos aumentar en un 2% del PIB sus gastos militares. De los miembros europeos del Tratado del Atlántico Norte solo, invierten el 2% del PIB en defensa: Polonia, Estonia y Grecia.
Las exigencias de la administración de Trump ha generado una fisura en las relaciones con la UE, dado que en opinión de Trump: “la UE nos trata peor que China, solo que son más pequeños” (…) el año pasado tuvimos un déficit comercial de 151.000 millones de dólares y nos gastamos una fortuna en la OTAN para protegerles” pero nuestras relaciones son difícil en el sentido comercial”.
A la administración de Trump no le ha gustado nada que la UE busque modernizar su tecnología militar desligada de las políticas de la Otan. Tampoco le gusta su proyecto estratégico de defensa común, el cual implica la creación de un fondo que financiará los gastos comunes, un ejército y comando militar unificado para las operaciones de seguridad y defensa de sus miembros.
Por consiguiente, las relaciones entre la Casa Blanca y la UE se han crispados por el viraje de los europeos con respecto a la doctrina de defensa que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial dirige el sistema de defensa de los miembros de la Otan.
En otras palabras, los europeos lo que buscan es sacudirse de la órbita de una política de seguridad y defensa controlada por Estados Unidos. De allí exclusión de las empresas norteamericanas de los proyectos de defensa de la Unión. La administración de Trump lo que pretende es continuar teniendo una participación decisiva de sus empresas en el desarrollo y el comercio de la industria militar europea.
De manera que, la autonomía estratégica de Europa en materia de seguridad y defensa es un asunto que no le cuadra a Estados Unidos, dado que la Comisión Europea presento desde el año pasado un plan estratégico para moderniza su defensa que excluye en su diseño y ejecución a Estados Unidos. Y para tales fines creo un fondo de 13.000 millones de euros, donde se excluye la participación de empresas gringas.
Esa exclusión de la torta económica es lo que generado las rabietas de Trump, sin duda, que el temor de la Casa Blanca se basa en el hecho que si UE desarrolla una industria militar fuera de su control, implica una amenaza para su supremacía en el mercado armamentista.
Estados Unidos también cuestiona los acuerdos comerciales de Francia, Italia y Alemania con China. La política exterior de la administración de Obama de proferir sanciones económicas contra Rusia, fortaleció las relaciones entre rusos y chinos. Es evidente que las políticas del gobierno de Trump de incrementar los aranceles contra los productos chinos y las presiones comerciales contra la UE van camino a fortalecer las relaciones comerciales entre la UE y las dos potencias asiáticas.
De hecho, el gobierno chino aprovecha las tensiones entre la UE y los EE UU para postularse como un socio estratégico para los europeos. En la última cumbre hace un mes entre europeos y chinos, sus líderes hablaron sobre el fortalecimiento de la cooperación bilateral, incrementar las relaciones comerciales y las inversiones bilaterales. Al igual que otras iniciativas para conectar mejor a Europa con Asia.
La configuración de un futuro bloque económico de la Gran Eurasia pondrá en jaque la supremacía mundial de Estados Unidos, dado que se ha pasado de un mundo unipolar dominado por ellos a un mundo tripolar compartido con China y Rusia.
Un virtual fortalecimiento de un bloque económico entre China, Rusia y la UE con la nueva ruta de la seda china, la cual busca unir rutas terrestres, marítimas, oleoductos y gasoductos entre China, Asia central, Rusia y Europa para incrementar el comercio entre los cuatros ejes. De concretarse modifica el mapa económico mundial y vuelve a poner dentro de pocas décadas a Asia como el centro del poder mundial.